Coca
Fuente: Pedro Shaio. www.eltiempo.com
Si las drogas son un flagelo, es primero porque las usamos mal. Canalizan entonces enajenación, rebeldía, escapismo. Y adicción al placer o a las experiencias extremas. Nuestro uso de las drogas lleva tres generaciones de distorsión –pues al prohibirlas no hubo cómo entenderlas– y hemos olvidado para qué sirven.
Richard Evans Schultes, el ‘etnobotánico’, dilucidando la función de las drogas en la cultura, opinó: –Existen dos caminos a Dios, el yoga y las drogas (en la vertiente esotérica, debe añadirse).
Pero las drogas, reducidas a productos de consumo, perdieron su función de desarrollo espiritual relacionado con la experiencia y la sabiduría.
Y ahora su influencia es caótica.
Es que ninguna cultura en sano juicio descuidó cómo consumir una droga, ni la formulación de la misma, sino que volvió todo eso ritual, para garantizar un uso idóneo. Una droga, tomada como sacramento en un ámbito ceremonial –acaso con purificación, canto o danza–, puede tener sentido.
Pero tomada a escondidas en medio de una rumba algarabiada, puede confundir tanto como esclarecer. E ingerida habitualmente es fácil que se degrade –por una especie de “contramagia”– y de varita mágica pase a ser muleta, si no algo peor.
Entre yoga y drogas, elijo yoga. Pero la gente insiste en las drogas, y si queremos reducir su daño, pues a entenderlas.
Miremos entonces la coca. Ocurre que cocaína es parte de coca, pero constituye menos del 1 por ciento de la hoja, que contiene otros sesenta y cinco ingredientes activos. La cocaína funciona como un motor de 1½ caballos en una lanchita: mueve masa. Pero por mucho o poco que mueva, en sí no es nada. Sin los demás ingredientes, es puro motor. Y no es que no lleve a ninguna parte, sino que lleva a cualquier parte.
En cambio, en la hoja de coca la sinergia de los ingredientes pudo producir un efecto coherente, que, al ser orientado con sindéresis, signó la antigua civilización inca.
Así, fue coca la energía que permitió crear un imperio en la cordillera de los Andes. Fue coca la que sostuvo la práctica religiosa y la visión política del inca, a la vez papa y rey. Coca que garantizó que la sociedad tuviera propósito y orden. La coca lo fue todo, de alimento a sacramento y hasta remedio. Y ese todo lo explicó el doctor W. Golden Mortimer en su gran libro ‘History of coca’, de 1901.
En el uso tradicional, los efectos de la coca son: claridad en la mente, resistencia en el cuerpo. Y, ante todo, sobriedad. Pero investiguemos la coca para dar con un planteamiento científico contemporáneo que sustente un diálogo con la opinión pública del mundo.
Entonces, ¿cuáles son y cómo funcionan los ingredientes activos?
¿Cómo funciona la coca en los grupos que la usan hoy?
¿Cómo se integra la coca en un programa de dieta contra la obesidad? Es algo que podría ser de suma utilidad.
Y la pregunta clave: si la cocaína es nociva y la coca tradicional, impráctica y demasiado suave, ¿no habrá una versión mejor formulada de la coca? Quizá, y podría llamarse ‘coca plus’: hoja de coca, con mezcla de cal para obtener el efecto psicoactivo, y con un ligero toque de cocaína. Con esto se conserva la sinergia natural, pero, al potenciarla, se satisface al consumidor.
Antes de entablar un diálogo, estudiemos la coca, como también el efecto de la ‘coca plus’ en individuos y grupos. Y si la ‘coca plus’ resulta menos nociva que la cocaína y el bazuco, podríamos legalizarla, en un golpe estratégico contra el narcotráfico.
Ante todo, empecemos por investigar, decretándole la guerra a la ignorancia, cara oculta de este flagelo.
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