Informe Mundial sobre las Drogas 2016 (XVI): Sociedades pacíficas, justas e inclusivas
La violencia, el estado de derecho, la corrupción y las corrientes financieras ilícitas
Entre las metas vinculadas al Objetivo de Desarrollo Sostenible
16, todas las relacionadas con la reducción de la violencia,
el fortalecimiento del estado de derecho y el acceso a la justicia,
así como la represión de la delincuencia organizada, la
delincuencia económica (la corrupción y el soborno) y las
corrientes financieras ilícitas, tienen nexos importantes con
el problema mundial de las drogas y las medidas adoptadas
para abordarlo.
En sus distintas etapas, el problema de las drogas se manifiesta
en diversas formas de violencia. El consumo de drogas
puede conducir a actos de violencia relacionados con los efectos
psicoactivos de las drogas, así como a delitos que se cometen
con el fin de obtener fondos para comprarlas. Sin
embargo, la intensidad de la violencia relacionada con las
drogas es mayor cuando va unida al tráfico (violencia sistémica),
como demuestra el ejemplo de América Latina. Los
efectos traumáticos de la violencia también pueden aumentar
la vulnerabilidad al consumo de drogas.
Sin embargo, el tráfico y la producción de drogas no necesariamente
generan violencia, como demuestra el bajo número
de homicidios en los países de tránsito afectados por las rutas
de tráfico de opiáceos en Asia. Las variaciones podrían obedecer
a las características del mercado y las organizaciones de
tráfico de drogas: la competencia puede generar violencia en
los mercados ilícitos, aunque también es posible que influya
en ello la disparidad de las redes de tráfico en cuanto a su
estructura interna, que puede caracterizarse por diversos
grados de cohesión y jerarquización.
Las ganancias que reporta el tráfico de drogas son uno de los
principales alicientes para que algunos grupos armados no
estatales, entre ellos organizaciones terroristas, se dediquen
al tráfico de drogas o lo faciliten. En varios países, los recursos
generados por mercados ilícitos como los de drogas han contribuido
a complicar y extender los conflictos armados, y con
frecuencia han aumentado su poder letal. En general, el tráfico
de drogas florece cuando la presencia del Estado es débil,
el estado de derecho no se aplica a todos por igual y existen
oportunidades de corrupción. Al mismo tiempo, la riqueza
y el poder de las organizaciones de narcotraficantes les proporcionan
recursos para comprar la protección de las fuerzas del
orden, los políticos y el sector empresarial, lo que refuerza la
corrupción.
En toda la cadena de producción y distribución de drogas se
generan ganancias, pero las más cuantiosas suelen obtenerse
en la etapa final. En un estudio reciente de la UNODC se
calculó que casi la mitad del lucro obtenido a lo largo de la
ruta principal del tráfico de heroína entre el Afganistán y
Europa correspondía a los cuatro mayores mercados europeos
de consumo: Alemania, Francia, Italia y el Reino Unido. Sin
embargo, el tamaño de la economía ilícita ligada a las drogas,
comparado con el de la economía lícita, tiende a ser mayor
en los países productores de drogas, debido en parte a que
sus economías son relativamente más pequeñas. Esa disparidad
es especialmente pronunciada en el Afganistán, donde,
según cálculos de la UNODC el valor total de la economía
ilícita basada en los opiáceos fue de 2.800 millones de dólares
en 2014, equivalentes al 13% del producto interno bruto
(PIB). El blanqueo de ese producto ilícito se realiza por distintas
vías, que van de operaciones descentralizadas y en
pequeña escala, como giros postales o remesas, a mecanismos
complejos basados en empresas pantalla. Esos tipos de corrientes
financieras ilícitas son indispensables para la supervivencia
de los grupos delictivos y constituyen una grave
amenaza para el desarrollo sostenible.
16, todas las relacionadas con la reducción de la violencia,
el fortalecimiento del estado de derecho y el acceso a la justicia,
así como la represión de la delincuencia organizada, la
delincuencia económica (la corrupción y el soborno) y las
corrientes financieras ilícitas, tienen nexos importantes con
el problema mundial de las drogas y las medidas adoptadas
para abordarlo.
En sus distintas etapas, el problema de las drogas se manifiesta
en diversas formas de violencia. El consumo de drogas
puede conducir a actos de violencia relacionados con los efectos
psicoactivos de las drogas, así como a delitos que se cometen
con el fin de obtener fondos para comprarlas. Sin
embargo, la intensidad de la violencia relacionada con las
drogas es mayor cuando va unida al tráfico (violencia sistémica),
como demuestra el ejemplo de América Latina. Los
efectos traumáticos de la violencia también pueden aumentar
la vulnerabilidad al consumo de drogas.
Sin embargo, el tráfico y la producción de drogas no necesariamente
generan violencia, como demuestra el bajo número
de homicidios en los países de tránsito afectados por las rutas
de tráfico de opiáceos en Asia. Las variaciones podrían obedecer
a las características del mercado y las organizaciones de
tráfico de drogas: la competencia puede generar violencia en
los mercados ilícitos, aunque también es posible que influya
en ello la disparidad de las redes de tráfico en cuanto a su
estructura interna, que puede caracterizarse por diversos
grados de cohesión y jerarquización.
Las ganancias que reporta el tráfico de drogas son uno de los
principales alicientes para que algunos grupos armados no
estatales, entre ellos organizaciones terroristas, se dediquen
al tráfico de drogas o lo faciliten. En varios países, los recursos
generados por mercados ilícitos como los de drogas han contribuido
a complicar y extender los conflictos armados, y con
frecuencia han aumentado su poder letal. En general, el tráfico
de drogas florece cuando la presencia del Estado es débil,
el estado de derecho no se aplica a todos por igual y existen
oportunidades de corrupción. Al mismo tiempo, la riqueza
y el poder de las organizaciones de narcotraficantes les proporcionan
recursos para comprar la protección de las fuerzas del
orden, los políticos y el sector empresarial, lo que refuerza la
corrupción.
En toda la cadena de producción y distribución de drogas se
generan ganancias, pero las más cuantiosas suelen obtenerse
en la etapa final. En un estudio reciente de la UNODC se
calculó que casi la mitad del lucro obtenido a lo largo de la
ruta principal del tráfico de heroína entre el Afganistán y
Europa correspondía a los cuatro mayores mercados europeos
de consumo: Alemania, Francia, Italia y el Reino Unido. Sin
embargo, el tamaño de la economía ilícita ligada a las drogas,
comparado con el de la economía lícita, tiende a ser mayor
en los países productores de drogas, debido en parte a que
sus economías son relativamente más pequeñas. Esa disparidad
es especialmente pronunciada en el Afganistán, donde,
según cálculos de la UNODC el valor total de la economía
ilícita basada en los opiáceos fue de 2.800 millones de dólares
en 2014, equivalentes al 13% del producto interno bruto
(PIB). El blanqueo de ese producto ilícito se realiza por distintas
vías, que van de operaciones descentralizadas y en
pequeña escala, como giros postales o remesas, a mecanismos
complejos basados en empresas pantalla. Esos tipos de corrientes
financieras ilícitas son indispensables para la supervivencia
de los grupos delictivos y constituyen una grave
amenaza para el desarrollo sostenible.
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