¿Y SI EL TURISMO SE NOS HA IDO DE LAS MANOS?
Fuente: CLÁUDIA MORÁN. www.20minutos.es.
Los editoriales de los periódicos nacionales acogen estas semanas una discusión continua entre los que critican una gestión irresponsable del turismo y los que claman al cielo por la creciente aversión a los turistas. Pero en países como Alemania o el Reino Unido hace años que sus jóvenes de clase media, protagonistas del denominado turismo de borrachera, hacen aflorar las vergüenzas de unas sociedades presumiblemente civilizadas. Sin embargo, cada vez son más los analistas que inciden en el que problema no son los turistas, sino el modelo de turismo. En el punto de mira está Magaluf, esa especie de enclave balear de Sodoma y Gomorra en el que todos los vicios más avergonzantes están, en la práctica, permitidos. Al menos, así lo reflejan constantemente los tabloides británicos The Sun, Daily Mirror o Daily Star, pero también los medios locales de Mallorca, que hacen referencia al todo incluido de los hoteles y a lo mucho que les compensa a estos visitantes, mayoritariamente jóvenes, coger un avión para irse de fiesta. La isla también tiene problemas con los turistas en otras zonas como S’Arenal, Platja de Palma, Palmanova o Punta Ballena en una temporada que se prolonga desde mayo hasta bien avanzado septiembre. De nada sirve que la ONU haya declarado este 2017 como Año Internacional del Turismo Sostenible. España sigue siendo el destino preferente del nuevo modelo turístico al que el periodista Joan Lluís Ferrer puso nombre en su libro Viaje al turismo basura. En él habla no sólo de Magaluf, sino también de otros lugares de masas como Salou, Barcelona y Lloret de Mar en Cataluña y Sant Antoni en Ibiza. Todas tienen un cóctel en común: el que forman el alcohol, la playa, el sexo y, en su conjunto, la falta de civismo y de sentido de la decencia. Y también el negocio que está detrás. El denominado turismo basura ha desembocado en diversos neologismos como balconing, mamading pub crowling o droga caníbal, con todo lo negativo que ello conlleva, además de la proliferación de enfermedades de transmisión sexual que hacía años que no se veían en número en las consultas médicas. Tal es el alcance del fenómeno que la mismísima BBC dedicó un reportaje en el 2013 a documentar La verdad sobre Magaluf, con declaraciones de trabajadores de hostelería o policías.
Los turistas no son el problema
Los que nacimos a partir de finales de los ochenta sabemos que el turismo actual no era aquel que hacíamos con nuestros padres por Europa cuando éramos pequeños. Por aquel entonces había algunas buenas ofertas en las agencias de viajes, pero no existía el término low cost, ni las compañías aéreas habían avistado todavía el negocio que venía en camino bajo ese nombre. En poco tiempo, el low cost ha derivado en un bajo perfil de turista, pero éste no supone el origen del problema, sino más bien una consecuencia. ¿Tenemos el turismo que merecemos? Por un lado, los trabajadores de hostelería merecen una buena afluencia de clientes que les permita irse de vacaciones sin remordimientos en algún momento del año; pero no merecen aguantar borrachos que destrozan el mobiliario del local con sus peleas, que orinan o vomitan donde no procede o que usan las mesas a modo de tarima.También están los empresarios del sector, que merecen obtener beneficios, pero no a costa de sobreinflar precios, rebasar aforos o usar reclamos cargados de machismo en sus carteles y promociones. No puede haber pisos turísticos no reglados (en Mallorca podrían representar más del 80% del total) ni navieras que practican la sobreventa para llevar a las Islas Cíes, en Galicia, a 2.000 personas más de las permitidas. Y no, este último caso no tiene que ver con el turismo de borrachera, sino con la enorme burbuja que ahora nos está estallando en la cara. A pesar del acusado contraste entre el perfil de turista de Magaluf y las islas Cíes, ambosdestinos tienen en común las malas prácticas por parte de determinadas empresas del sector turístico, lo que evidencia que hablar de turismofobia podría constituir la simplificación de un problema de mayor dimensión. Por ejemplo, la plataforma Airbnb ofreció más de 2 millones de camas en el año 2015 en España, casi el doble de la oferta hotelera de todo el Estado, según un estudio de Exceltur que, además, señalaba que figuraban más viviendas turísticas que viviendas regladas. Otro fenómeno es el tráfico aéreo, por el que en islas como las Baleares aterrizan por esta época tantos viajeros que la saturación de visitantes empieza a ser más que insostenible a nivel medioambiental y para la convivencia con los propios habitantes.
Sin comentarios