LAS ADICCIONES, UNA MANERA DE HUIR
Fuente: www.lanacion.com.ar. Bernardo Stamateas.
Es posible ser adicto a muchísimas cosas: al alcohol, al juego, a los medicamentos, a la comida, a las compras, al sexo, al trabajo, etc. Cuando se le pregunta a la persona adicta: «¿Por qué lo hacés?», suele responder: «Porque me gusta». Así está demostrando que desconoce la profunda y verdadera razón de su accionar.
El tema de las adicciones es harto complejo y obedece a una multiplicidad de factores que no podemos reducir, de ningún modo, a una única explicación. Pero te invito a considerar un elemento fundamental que puede arrojar luz sobre el motivo de esta clase de conductas.
La adicción a cosas como la comida o las compras posee un efecto tranquilizante. Es una manera de «soportar el día». Al principio la persona ingresa en un mundo que afuera exhibe el cartel de «bienvenido al paraíso» pero, una vez que está adentro, se da cuenta de que en realidad está «en el infierno».
Nadie se convierte en adicto para obtener placer, sino más bien para huir de un dolor en su historia personal. Le teme tanto a este dolor (fruto de una carencia) que intenta por todos los medios evitarlo y escapar de él. Aunque verbalice que busca placer, en el fondo se trata de una huida permanente de su dificultad para confiar y construir intimidad.
Dicha ausencia de intimidad es reemplazada por la compañía de «aquello que lo ha atrapado»: llámese «mi botella», «mi medicamento», «mi droga», etc. Sería un sustituto de la conexión humana afectiva profunda en una búsqueda de consuelo para esa necesidad elemental en todos los seres humanos.
La intimidad, el hecho de construir un puente afectivo con el otro en el cual podemos revelarnos mutuamente, implica algo estructural en una persona. Todos necesitamos alguien en quien confiar, en quien creer, en quien apoyarnos. Aun mucha gente famosa que disfruta de bienes materiales ha caído en algún tipo de adicción debido a que nada puede reemplazar una relación interpersonal significativa.
Sin duda, ciertos factores sociales o familiares, ciertas dependencias físicas pueden producir la conexión con el elemento al que se es adicto; pero casi siempre es el hambre emocional y la necesidad imperiosa de intimidad lo que puede llevar a una persona a esta problemática.
La intimidad es la necesidad más importante de cualquier ser humano, más allá de su nacionalidad y su nivel socioeconómico. Y no es otra cosa que ser capaz de abrir el corazón y permitir que el otro también nos abra el suyo. No obstante, a veces, no es tan sencillo revelarse a los demás tal cual somos porque, al hacerlo, nos arriesgamos a ser juzgados y esto nos convierte en personas altamente vulnerables.
Yo puedo contarle a alguien todo lo que me sucede, pero, si yo no permito que el otro también confíe en mí, tarde o temprano me sentiré solo. Muchos construyen un muro alrededor de ellos para evitar la intimidad emocional. Tal vez tienen trato con la gente pero jamás exponen sus emociones en público.
Cuando disfrutamos de intimidad con alguien más, es decir, que nos damos a conocer y conocemos a ese otro, hay una conexión emocional. La soledad no es algo negativo, como muchos piensan. Estar aislados es lo que nos puede llegar a afectar, o sea, estar rodeados de gente y aun así no poder conectar emocionalmente con nadie.
La intimidad saludable no solo nos ayuda a sentir que somos valorados, amados y respetados, sino que también nos conduce a liberar lo mejor de nosotros y a sentirnos tan satisfechos con nosotros mismos que no precisamos caer en ninguna adicción.
La ciencia nos ha dicho una y otra vez que los vínculos afectivos son lo más significativo para una vida plena de felicidad y trascendencia.
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