¿Cuánto tiempo tardamos en hacernos adictos a algo?
Fuente: lavozdelasalud.lavozdegalicia.es. LOIS BALADO.
El consumo repetido de una sustancia o una conducta puede hacer que caigamos en una
adicción, pero la vulnerabilidad de cada persona es diferente
¿Cuánto tiempo debe estar una persona en contacto con una sustancia para
volverse adicto a ella? ¿Existe una respuesta científica y precisa? La televisión
popularizó hace unos años aquello de los 21 días. Una fórmula sencilla, fácilmente
comprensible y recordable que caló en la gente. Si la respuesta fuese tan sencilla,
sería tan fácil como frenar el consumo en el día 20 para no caer presos de
una adicción. Lamentablemente, en cuestiones biopsicosociales, la respuesta nunca
es tan fácil.
Es cierto que, cuanto más prolongado sea un contacto con una sustancia, más
probabilidades tienes de hacerte dependiente. Es solo una de las muchísimas
variables. Y no debe confundirse un hábito con una adicción. Así que eviten los
atajos. En este artículo trataremos de dar respuesta a algunas preguntas claves.
¿Qué es una adicción? ¿Puede una adicción ser positiva? ¿Hay un componente
genético que nos hace tener más predisposición para caer? ¿Cuál es la mejor
manera de ayudar a una persona adicta?
El mito de los 21 días
«Lo de los 21 días es un mito. No son 21 días», afirma con rotundidad Mercè
Balcells, coordinadora de la Unidad de Conductas Adictivas del Hospital Clínic de
Barcelona: «Es verdad que para hacerte adicto a alguna sustancia tienes que entrar
en contacto con ella varias veces. Va a depender de la sustancia y de tu
vulnerabilidad biológica que necesites más o menos contactos para hacerte adicto.
En general, las adicciones tienen que ver con una vulnerabilidad genética, pero son
biopsicosociales, influye mucho el entorno personal».
Es importante resaltar que ser adicto a algo (una conducta o una sustancia) implica
cambios neuronales. Una adicción modifica el funcionamiento de nuestro cerebro.
«La sustancia actúa en una parte de nuestras vías neuronales que controlan
el sistema de refuerzos positivos y la parte volitiva (la función neuronal que nos
mueve y que hace que queramos cosas). El alcohol, el cannabis,
la cocaína… alteran esas vías neuronales , pero también tiene que ver también con la
vulnerabilidad de cada persona y con su entorno», detalla la psiquiatra e
investigadora del hospital catalán, uno de los más importantes de todo el país.
¿Hay gente que nunca se hace adicta?
«Es verdad que hay personas que son más resistentes a una sustancia, pero si
insistimos, creo que todos podemos hacernos adictos a una sustancia con un poder
adictivo, independientemente de que nos pueda costar más o menos», opina
Mercè Balcells. En cualquier caso, la profesional entierra definitivamente esa fórmula
tan digerible en la que los 21 días marcan un punto de inflexión. «Creo que eso tiene
que ver más con los hábitos que con las adicciones. Adicción y hábito no son lo
mismo. El hábito tiene que ver más con una dimensión psicológica y se requiere de
un tiempo para modificarlos. Pero una adicción va más allá», detalla.
¿Se puede ser adicto a cualquier cosa o solo a lo que produce reacciones químicas en
nuestro cuerpo?
Coloquialmente, cuando hablamos en un círculo de confianza tendemos a decir que
somos adictos a cosas que nos gustan mucho. «Soy adicto a las pipas», «soy adicto
a la novela negra» o «soy adicto a la crema de manos». Pero no somos adictos a las
pipas ni a la novela negra ni a ninguna crema, aunque tú mismo sepas que te estás pasando embadurnándote las manos cada poco tiempo. «Tú puedes hacer un uso
compulsivo o patológico de algo. Imaginemos que te sucede con el agua; en ningún
caso tienes una adicción al agua. Puedes tener un consumo patológico de comida,
pero no tienes una adicción a la comida, tienes un trastorno alimentario», dice
Balcells. Es una diferencia importante y, trasladado a otro tipo de ejemplos más
comunes es fácil de entender. Todo el mundo sabe que una bala puede matarte, pero
eso no significa que seas alérgico a las balas.
Es decir, ser adicto no es lo mismo que hacer un uso patológico de algo. Una adicción
tiene implicaciones a nivel neurológico y clínico.
Qué es una adicción
Ahora que ya sabemos qué no es, buscamos saber qué es una adicción. «Las
adicciones son a sustancias adictivas o a conductas que acaban desarrollando
una dependencia porque alteran estas vías neuronales de los refuerzos (aquí
juega un papel esencial la dopamina) y también todas estas vías son responsables
de la parte volitiva, que es la que te moviliza a hacer estas cosas», define la
psiquiatra del Clínic.
«Una adicción es cuando usas una sustancia a pesar de las
consecuencias»
Una adicción tiene siempre connotaciones negativas. Es decir, ¿se puede ser adicto
a «algo bueno»?, ¿ser dependientes de algo que en realidad nos viene bien porque
es sano? La respuesta es que no, no existe una adicción buena. «Una adicción es
siempre negativa porque lleva implícito perder la capacidad de decidir. La sustancia
es la que decide por ti, altera las vías volitivas y en esta nueva escala de valores tú vas a poner por delante la adicción, que te impide hacer otras cosas» desgrana
Mercé Balcells, que puntualiza: «Una definición que a mí me gusta dice que una
adicción es cuando usas una sustancia a pesar de las consecuencias. El uso de la
sustancia te invade. La necesitas. Y no tiene nada que ver con lo que buscas, con lo
que quieres o con lo que necesitas. Pierdes libertad. Eso no puede ser bueno».
Aunque cada sustancia es diferente, sí que existen una serie de criterios comunes
que pueden ayudar a identificar una adicción.
¿Qué tipo de adicciones hay?, ¿se puede ser adicto al deporte?
Distinguimos dos tipos de adicciones: las adicciones a una sustancia y
las adicciones conductuales. Muchas de las segundas están todavía en estudio y a día de hoy, en el campo de las adicciones conductuales, solo está catalogada
oficialmente la adicción al juego. Pero vendrán más. Y la adicción a las pantallas está
haciendo méritos para ser incluida más pronto que tarde en esta categoría.
Como ya hemos comentado anteriormente, existe una predisposición genética a que
acabemos siendo adictos a algo. Pero cabe aclarar que eso no significa que haya un
gen identificado como el «culpable» de que no sepamos controlar el consumo. «Hay
gente que sabemos que va a tener más capacidad para engancharse, por ejemplo, a
una droga; a convertirse en adicto. No se trata de un gen en concreto, sino que es
multicausal. Más un polimorfismo que un gen en concreto».
Ahora bien, qué sucede cuando no hay una sustancia por el medio. Todo el mundo ha
escuchado hablar de la adicción al sexo, al juego o al móvil. ¿Son también
adicciones? «Es verdad estamos empezando a ver trastornos adictivos sin sustancia,
conductuales. A día de hoy, el juego ya está reconocido como una adicción. Con
las pantallas vamos viendo que, seguramente, en los próximos años, será reconocida
como tal», pronostica Balcells.
¿Se puede ser adicto al deporte, por ejemplo? «A día de hoy no», responde la jefa
de la Unidad de Adicciones del Clínic de Barcelona, que matiza: «Para
que pudiéramos a la larga ser adictos al deporte, tendría que tener connotaciones
negativas. Si a ti te gusta mucho el deporte y lo practicas mucho, perfecto. Pero si no
puedes evitarlo y lo pones por delante de otras cosas que son importantes para ti, o
incluso por delante de la propia salud… La vigorexia, por ejemplo, acaba
perjudicando en vez de ser saludable».
Lourdes Suárez, psicóloga y también directora de una unidad de trastornos adictivos
en Galicia (Carballo, A Coruña), sí ve claramente las características típicas de un
trastorno adictivo en las adicciones comportamentales. «Algunas conductas son
potencialmente adictivas, como el juego, el sexo, las redes sociales, las compras o
la comida. Al igual que sucede con las adicciones a sustancias psicoactivas, activan
el circuito cerebral de recompensa y pueden convertirse en conductas repetitivas,
compulsivas, que generen pérdida de control, dependencia y craving».
Y el consumo ocasional y controlado, ¿existe o es un mito?
Todos conocemos a alguien que se autodefine como «fumador social». Tal vez
también se les venga alguien a la cabeza que consume ocasionalmente cocaína, en
noches señaladas o alguna boda. ¿Es realmente esto un consumo controlado?
«Sabemos que el consumo de bajo riesgo existe. Con el alcohol, incluso lo
tenemos tipificado, aunque la OMS acaba de hacer una corrección. Si antes se
establecía el límite en menos de 40 g de alcohol al día para hombres y de 20 para
una mujer, en el 2021 se modificó y ya es menos de 20 g para el hombre y de 10 para
la mujer. Consideramos que ese consumo es de bajo riesgo, aunque lógicamente
para las otras drogas no lo tenemos tan tipificado», comentan desde el Clínic.
En el hospital catalán, a través de una beca de investigación, están trabajando en los
efectos del cannabis sobre nuestro cuerpo. «Estamos estudiando si es posible
un consumo de bajo riesgo de cannabis. Sabemos que es una sustancia que está
disponible en nuestro entorno y sabemos que aún lo va a estar más, queremos saber
si es posible que exista un consumo de bajo riesgo. No lo sabemos. Para otras
drogas no está tan estudiado, aunque seguramente pueda existir», aventura Mercà,
que sin embargo advierte: «También es cierto que todas las adicciones suelen
empezar como conductas de bajo riesgo. No puedo decir que eso no exista pero
tampoco lo voy a recomendar a nadie. No sabemos cuál es tu vulnerabilidad
genética. Cuando más tarde se introduzca una droga en nuestro entorno y menos
contactos se tengan con ella, menos números tendremos de desarrollar una
adicción».
El abordaje de una adicción, ¿funciona la terapia de grupo?
Todos hemos visto cómo en alguna película se afrontan procesos en los que algún
protagonista busca desintoxicarse. Las referencias a la terapia grupal son habituales
en el séptimo arte. Seguro que son capaces de imaginarse esta escena. El
protagonista se levanta y dice ante un grupo de compañeros con su mismo trastorno
adictivo como el alcohol: «Hola, soy fulanito y soy alcohólico». ¿Cuánto de fantasía y
de realidad hay sobre las terapias de grupo? ¿Funcionan?
Lo primero que debemos tener claro es que, por desgracia, no existe una pastilla que
vaya a curar a una persona adicta. «Para tratar una dependencia no tenemos un
fármaco que te puedas tomar y con el que ya no seas dependiente de una droga. Hay
que hacer un trabajo psicosocial. Un trabajo de reconstruir de la persona. Y si el
paciente es muy joven, tal vez haya que, directamente, construir a esa persona.»,
avanza la psiquiatra catalana.
Lourdes Suárez es psicóloga y también dirige una Unidad de Conductas Adictivas en
Carballo (A Coruña). La profesional recomienda siempre un abordaje clínico y ser
muy rigurosos con la información que se aporta. Tanto al paciente como a su entorno.
«La información que se tiene que dar a las familias y que debe llegar a la población
en general tiene que ser clara e inequívoca. El tratamiento de los trastornos adictivos
tiene que estar basado en evidencias científicas, no en visiones subjetivas,
distorsionadas o trasnochadas que sugieren que las adicciones son un vicio o
un acto voluntario. Los trastornos adictivos son trastornos mentales y requieren de
un abordaje integral. Si lo basamos en opiniones personales o visiones subjetivas, lo
más probable es que nos equivoquemos y que el paciente sufra las consecuencias»,
asegura.
La motivación del afectado es un aspecto importante (aunque más adelante veremos
que no definitivo). ¿Qué hacemos entonces si la persona se niega a solicitar
ayuda y no hay visos de que lo vaya a hacer nunca? «Es posible que suceda. El
tratamiento de las adicciones tiene que ser voluntario, accesible y gratuito, como el
resto de los servicios sanitarios del sistema público de salud. No podemos obligar a
una persona a iniciar un tratamiento, si no es esa su voluntad. Pero sí podemos
atender a sus familiares y allegados, darles pautas de manejo y orientarlos sobre
cómo hablar con esta persona para incrementar las posibilidades de que acuda, al
menos, a una entrevista con los profesionales. Esa entrevista nos permitirá abordar
su motivación hacia el cambio», dice Suárez.
La importancia de que una adicción pase por el médico de cabecera
La psicóloga del centro coruñés recomienda que todo el proceso de desintoxicación
se ajuste a la ruta claramente trazada por los servicios públicos de salud, cuya puerta
de entrada es la atención primaria. «El médico de cabecera suele ser una persona de
confianza para los pacientes y ser de gran ayuda para que tomen conciencia de su
problema y poner en marcha el proceso de tratamiento».
Nuestro médico más cercano será el encargado de poner en marcha la maquinaria,
aunque reconoce que hay casos excepcionales. «Hay unas pautas que siguen todos
los centros públicos y, una muy importante, es facilitar el acceso de usuarios de
drogas ilegales, que suelen estar más desvinculados del sistema sanitario. Se avalúa
su demanda, se realiza un diagnóstico biopsicosocial y se elabora un plan de
tratamiento consensuado con el paciente», puntualiza. Considera importante la
coordinación, tanto con la atención primaria como con la especializada, como en
cualquier otra patología. Las unidades de tratamiento de trastornos adictivos son un
servicio especializado, en este caso, en el ámbito de la salud mental. Lo más
beneficioso para el paciente es que entre en un circuito sanitario normalizado»,
explica Lourdes Suárez.
La terapia de grupo
Existe cierto aura de misterio sobre las terapias de grupo. A algunas asociaciones se
las acusa de hacer abordajes demasiado radicales u obsoletos. La pregunta es,
¿funcionan? ¿Son recomendables? «Nosotros tenemos un abordaje básicamente
clínico», confirma Mercè Balcells, que sí ve beneficios en las sesiones con otros
pacientes: «Yo digo que todo lo que sirve, tenemos que usarlo. Sin duda, la terapia
grupal sirve. Creo que tiene un papel muy importante, todo el tratamiento psicológico
lo tiene».
Y a nivel clínico, ¿cómo se trabaja? «Nosotros hacemos un abordaje que
se denomina motivacional. Trabajamos con la entrevista motivacional, buscamos
hacer que las personas aumenten su probabilidad de cambiar las cosas. Es un
abordaje terapéutico y psicológico. Si me preguntas por Alcohólicos Anónimos, por
ejemplo, creo que tienen un largo recorrido y que a quien les pida ayuda le va a ir
bien. Estar en un grupo de apoyo, sea el que sea, ayuda. A veces se necesita salir
de un entorno para poder reconstruirse y pensar. Y todas las ayudas son
bienvenidas Está claro que está bien unirse a un grupo, pero a veces si no hay un
clínico, si hay otros trastornos psiquiátricos u orgánicos, eso no se va a atender. Por
eso recomendamos que se haga en unidades especializadas, pero toda ayuda es
bienvenida», comenta la directora de la Unidad del Clínic.
Si tengo un amigo que tiene una adicción, ¿debo «arrastrarle» a
desintoxicarse?
Hay una creencia común que dice que, hasta que uno no quiera, no se
desenganchará de una adicción. ¿Es esto realmente así? ¿Llevar a alguien a terapia
a la fuerza supone que el tratamiento está abocado al fracaso?
Evidentemente, si el paciente está convencido y decidido a querer recuperar su vida
todo será mucho más sencillo, pero eso no significa necesariamente que no se pueda
intervenir y dejar a su suerte al resto de casos. «Sí, necesitas querer para dejar unaadicción, pero a veces necesitas que alguien te »arrastre» para poder empezar a
querer dejarlo. En las adicciones hay mucha ambivalencia; uno quiere y no quiere a la
vez. Uno quiere encontrarse bien, no quiere fastidiar a su entorno, no perder el
trabajo; pero a la vez es verdad que quieres seguir consumiendo porque esta
vía volitiva está alterada. Quieres y no quieres al mismo tiempo. A veces, con ayuda,
es más fácil que se resuelva la ambivalencia y que uno diga «sí, quiero dejarlo y me
voy a poner a ello», dice la psiquiatra catalana.
Lourdes Suárez, por su parte, prefiere cambiar el verbo «arrastrar» (que, por
supuesto, no es literal), por dialogar: «Arrastrar a la persona, no; dialogar con ella, sí.
Claro que hay muchas contradicciones en una persona con un trastorno adictivo.
Muchas veces son conscientes de los problemas que está generando su problema a
nivel familiar, laboral, económico, legal o de salud. Pero se muestran ambivalentes
ante el cambio. Les gustaría seguir consumiendo sin arrastrar todos esos problemas.
O tener un consumo controlado», razona. explicando que en una persona que ya ha
desarrollado un trastorno de este tipo, el consumo ocasional es prácticamente
imposible. «Una de las cosas características de una adicción es la pérdida del
control», sentencia.
Consejos para las familias
Lourdes Suárez expone una lista de recomendaciones clave para los familiares que
conviven con una persona con un trastorno adictivo para intentar solucionar el
problema y aumentar las capacidades de éxito. Son las siguientes
1. Entender que una adicción es un trastorno mental. Si no se parte de esta
base, todo el resto será una atención no adecuada.
2. Asesorarse con las personas adecuadas. Los profesionales de las unidades
de Trastornos Adictivos pueden dar pautas de manejo a las familias si el
afectado no quiere acudir al centro o mejorar las estrategias para convencerlo.
3. Entender que es un proceso largo y con tendencia a las recaídas. Suelen
alternarse períodos de consumo descontrolado con abstinencia o intermitencia
4. No es una atención a situaciones de urgencia. No hay una pastilla mágica. Un
trastorno adictivo requiere una valoración adecuada, un diagnóstico, un plan de
intervención y un equipo multidisciplinar.
5. Dialogar y escuchar. El paciente es una persona, no un problema.
6. Evitar las medidas de coacción. Los chantajes y las amenzas para que se
sometan a un tratamiento, no funcionan. El usuario llegará presionado y no
convecido.
7. Evitar posturas demasiado permisivas. Darles dinero, permitir conductas en
casa o aceptar chantajes (por ejemplo, durante el síndrome de abstinencia) es
una mala decisión.
8. Buscar el máximo consenso familiar. Las fisuras entre los diferentes
miembros de la familia, pueden ser utilizadas por el adicto para justificar y
mantener su conducta.
9. Que la familia y el paciente no se desvinculen. Los familiares suelen estar
desbordados por esta problemática. Muchas veces se arrastran años de
evolución, que han deteriorado enormemente la convivencia y las relaciones
interpersonales. Pese a todo, es fundamental el soporte familiar a lo largo del
proceso de rehabilitación.
10. Evitar culpabilizar, presionar en exceso o criticar continuamente. No
funcionará y aumentará la distancia con la familia.
sino con ayuda profesional.
12. La familia no debe culpabilizarse.
13. Establecer unos límites claros de convivencia. No son aceptables las
conductas agresivas, la violencia familiar, las amenazas o los robos.
14. No esperar milagros. Es un proceso largo que requiere mucho trabajo y en el
que puede haber períodos frustrantes.
El periodo de pre-matriculación para la próxima edición del MÁSTER EN PREVENCIÓN Y TRATAMIENTO DE LAS CONDUCTAS ADICTIVAS se abre en abril.
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