¿Qué esconde una adicción adolescente?
Fuente: lne.es. Elisenda Colell.
Bullying, fracaso escolar o falta de amigos, ¿Qué esconde una adicción adolescente?
Tiene 14 años, hace dos años que no pisa la escuela. No quiere salir de casa, se pasa los días
enganchado a los videojuegos . A los 10 años empezó su adicción, pero a los 12 fue ya irremediable.
Hoy, apenas sale de su habitación. Los padres, abatidos, están completamente colapsados. Esta
familia existe, es un caso real que está atendido por la unidad SPOTT, que puede ser útil para
entender el ‘boom’ adolescente de la adicción a las pantallas y la marihuana entre los menores de
edad. «Siempre aparece algo detrás que se ha roto: bullying en la escuela, un mal acompañamiento
en el aula, trastornos de salud mental que no se han diagnosticado o una mala relación con la
familia», explica la psicóloga Anna Siso.
La historia que esconde este adolescente, al que llamaremos Alfons para preservar su identidad,
responde a un patrón de abandono social en el que muy pocos se han parado a pensar y que,
explican los expertos, es muy habitual. Alfons presenta, desde pequeño, un trastorno autista. «Iba a
una escuela primaria donde tenía apoyo en el aula a través de una orientadora, en la escuela era
escuchado, atendido, el centro funcionaba por proyectos, muy innovador, era uno más de la clase y
tenía amigos allí», explica su psicólogo, Joan Bosch. Pero el niño tuvo que cambiarse de vivienda y, a
su vez, de centro escolar. «Allí ya no tenía refuerzo, la escuela era mucho más normalizada , empezó
a sacar malas notas y el resto de la clase se metía con él «, sigue el profesional que le atiende.
Amigos digitales
«Es un patrón habitual: nos niños con problemas de socialización buscan los amigos a través de las
redes.Es habitual por ejemplo que tengan algún tipo de trastorno autista y los demás los tildan de
‘raros’. Se esconden detrás del ordenador donde, dicen, tienen decenas de amigos digitales. Ellos lo
viven como tales y les comparten todos sus problemas», explica Siso. Es una tendencia, la de la
amistad digital, que ya se detecta en la generación Zeta o aún más pequeños. «Me recuerda a cuando
la gente se carteaba… hay incluso parejas que ni se han tocado ni se han olido jamás», sigue la
psicóloga. «El problema de estas amistades digitales está cuando no hay otras, cuando no hay otros
amigos de carne y hueso. Si son complementarias, vale. Pero si solo tiene amigos en la red es una
señal de alarma», explica la trabajadora social Noelia Rosés.
El caso de Alfons, además, clama al cielo por la tardanza en la detección. «¿Como puede ser que un
niño esté dos años sin ir a la escuela y no se active antes un señal de alarma?», se preguntó Rosés en
cuanto conoció el adolescente. «Tenemos un problema de falta de detección, la adicción a las
pantallas o la marihuana en los jóvenes se está normalizando y esto hace tardar mucho el dar las
primeras voces de alarma para poder actuar antes. Luego está la necesidad de que todos los
servicios que atienden la familia vayan a la una: a veces hay muchas atenciones pero las familias se
saturan y los perdemos», explica Gemma García, jefa de tratamiento del centro.
Convertirse en el ‘malote’
Luego está la realidad de la adicción a los porros de marihuana o hachís.El año pasado este centro
atendió casi 200 casos, y según la encuesta ESTUDES-2021, el 22% de los españoles entre 14 y 18
años fuman porros. El consumo de riesgo ha subido dos puntos, situándose en el 17,8%. «En el caso
de niños más rebeldes, hiperactivos que les cuesta más estar en casa salen de casa y se
transforman en el malo ‘malote’. Fuman porros y luego se inician en el trapicheo», constata la
psicóloga Siso. «En vez de ser el tonto que se ríen de él, se mete un porro entre los labios y se
transforman en los malos de la clase para dejar de sentirse excluidos», sigue Bosch. En el fondo, los expertos subrayan que lo más importante es tratar a los adolescentes, amarles y
saber escucharlos . «Si sienten que en casa interrumpen y molestan, que en la escuela no sirven…
¡Están construyendo su identidad! Deciden aislarse», sintetiza Rosés. «Los adolescentes se proyectan
en los adultos que les rodean. Hay padres que insultan a sus hijos, que no les reconocen, que llegan
del trabajo destrozados y no quieren saber nada de ellos o se pelean. Los límites son muy
importantes, pero no entran a la brava, entran con afecto», avisa Siso.
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