Adictos a internet: «La vida fuera ha desaparecido»
Fuente: publico.es. Laura G. De Rivera.
Videojuegos, redes sociales, vídeos y ‘streaming’ juegos de azar: la oferta de evasión ‘online’ es infinita, trepidante y fascinante. Y para el 11,3% de los jóvenes españoles, adictiva.
No necesitaba absolutamente nada de afuera. Lo tenía todo en internet», nos cuenta Juan, un joven de 20 años que se pasó cinco encerrado en casa, enganchado a la pantalla de su ordenador. Como él, el 11,3% de los jóvenes de entre 15 y 24 años hacen un uso compulsivo de internet , según los últimos resultados del informe Estudes, publicado por el Ministerio de Sanidad. En la población general hasta los 64 años el porcentaje es de un 3,7% , según la XIII Encuesta sobre Alcohol y Drogas en España, de 2022.
Juan solo salía de su dormitorio para comer e ir al baño. «El exterior era una pérdida de tiempo. Incluso salir de mi cuarto ya era estresante para mí. Dentro me sentía seguro. Una vez que estás ahí y lo tienes todo, no le ves sentido a salir. Todo afuera te parece aburrido», recuerda. Y es que, como explica a Público la psicóloga clínica Domínica Díez Marcet, «cuando la neuroquímica del cerebro se acostumbra a la rapidez y la inmediatez con que todo sucede en internet, el mundo real resulta demasiado lento». Aburrido.
Larga cura de desintoxicación
Fue su hermana quien, finalmente, le convenció para buscar ayuda. «Ya estaba cansado de estar recluido», reconoce Juan. Los servicios sociales le desviaron a la Unidad de Adicciones
Comportamentales de la Fundació Althaia, en Xarxa Asistencial Universitaria de Manresa. Pero desengancharse no fue fácil. «Fue un proceso muy largo , porque llevaba años encerrado en casa. A veces, iba a la consulta, a veces no. Lo estuvimos llamando, haciendo visitas al domicilio. Al final, conseguimos sacarlo», nos cuenta Díez Marcet, que trabaja desde hace casi veinte años como responsable de la citada Unidad de Adicciones No Comportamentales. Aunque Juan está curado de su adicción al mundo virtual, «en
cuanto a su salud mental, aún le han quedado problemas, como la fobia social, debido al estado de reclusión. Cuando más tiempo se recluyen, más pasa factura a su personalidad y a sus recursos internos para afrontar las situaciones vitales», apunta esta especialista. «Pierdes la habilidad de comunicarte con la gente. Es verdad que hablas con personas por internet, pero es diferente de hacerlo cara a cara. Pierdes recursos para relacionarte, incluso con tu familia. Todo lo que es normal, como decir hola, lo dices con vergüenza», explica Juan. Y aunque podía «hacer amigos» en una partida de videojuegos online o intercambiando mensajes en una red social, «al día siguiente ellos retoman sus actividades en el mundo real, pero tú no. Tú no tienes vida fuera. La vida afuera ha desaparecido».
«Le puede pasar a cualquiera»
Pero, ¿cómo empezó todo? Hay quien todavía cree que hace falta ser un bicho raro, introvertido y sin amigos para caer en una adicción a internet o los videojuegos, pero nada más lejos de la realidad. «Es algo que le puede pasar a cualquiera , no hace falta que sean muchachos con problemas sociales o escolares. Simplemente, se enganchan porque son apps y juegos diseñados para ser adictivos», asegura Díaz Marcet. Eso no quita que también exista «el perfil del chico que busca un refugio en los videojuegos porque hay algo de la realidad que no le deja estar bien y evade su malestar jugando» . Pero ya no es el único perfil que cae en la trampa. «Cada vez nos llegan más chicos normales, sin patologías previas. Cuando empiezan a jugar muchas horas sin límites, se activa el núcleo accumbens del cerebro, relacionado con el circuito de recompensa e implicado en todas las adicciones», señala. Algo así como cuando alguien sano y sin problemas empieza a fumar por probarlo y acaba enganchado a la nicotina.
«Se vuelven más lentos»
Las consecuencias, en este caso, no se dejan notar en los pulmones, sino en el cerebro, el
comportamiento, incluso, la capacidad cognitiva. «Se ha observado que, cuando pasan con los videojuegos muchas horas, disminuyen las conexiones neuronales en el córtex prefrontal. Esto hace que se vuelvan más lentos. Pierden capacidades de planificación, organización, de saber esperar», advierte Díaz Marcet. Por eso también suben sus niveles de ansiedad e irritabilidad. Y empiezan a sufrir lo que se conoce como «anestesia afectiva»: «Les importa poco que sus familiares estén preocupados por ellos. El mundo natural deja de tener sentido para el adicto», añade la experta. Al final de la entrevista, cuando la terapeuta le pregunta qué le aconsejaría a la gente para prevenir, para evitar que otras personas pasen por lo mismo que pasó él, Juan calla durante unos segundos. Más silencio. «Desde mi experiencia, yo no escuchaba a nadie. Te dicen que salgas, pero pasas. A mí solo me interesaba estar donde estaba. No lo podía evitar porque estaba enganchado. No sabría
cómo evitarlo», confiesa. Otro silencio. «Solo puedo decir que me ha hecho mucho daño, me ha costado un montón, no lo recomiendo a nadie . Malgastas tu tiempo por un subidón de adrenalina. Yo he perdido muchos años encerrado. Si no fuera por vosotros [el equipo de la Unidad de Adicciones Comportamentales que lo atendió], aún estaría ahí».
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