La familia tiene que ser parte de la recuperación del adicto
Hace un año el centro ambulatorio “Óscar Antonio” de atención a adictos funciona en la iglesia de la ciudad de San Antonio. Da atención integral a 140 jóvenes que llegan al sitio acompañados de familiares, para iniciar la difícil tarea de volver a una vida sana y no terminar consumidos por el vicio.
Fuente original: abc.com.py
Juan Roberto Espínola es seminarista y uno de los encargados de convivir con los que llegan hasta el lugar los lunes, martes y miércoles de 13:00 a 17:00. “Acá damos una atención integral a los jóvenes. Tienen contención médica, sicológica y espiritual. También tenemos convenio con Fe y Alegría, para ayudar a los que no terminaron el colegio y quieren retomarlo”, señaló Espínola.
“Todo el tema de la adicción es complejo, no hay fórmula que te diga ‘haciendo esto, vas a conseguir lo otro’. Se acompaña y se vive con los adictos y con las familias, sobre todo las madres que son las que vienen a pedir ayuda”, recordó.
“Acá el joven no viene solo, tiene que venir con un familiar para crear un vínculo. La madre o el padre tienen que acompañar al hijo, para poder saber cuál es la situación del adicto y poder facilitar su recuperación”, apuntó el seminarista. Dijo además que muchos jóvenes concurren para tratarse, pero cuando vuelven a sus casas sus padres no los comprenden y todo lo que se avanzó vuelve a foja cero.
“La droga es astuta, los jóvenes entran a este mundo y sus padres se enteran del tema mucho después. Acá tenemos gente que luego de dos o tres años recién supieron que sus hijos estaban en el mal camino y ni aun así quieren darse cuenta de la situación. Los padres nunca creen que sus hijos consumen, sin embargo los vecinos siempre comentan. Cuando en casa toman conciencia del hecho y aceptan la situación, inician el tratamiento. El joven deja los estupefacientes, los vecinos notan el cambio, pero en la familia nunca creen que dejó. Es ahí cuando se debe trabajar con los padres, ya que no hay cosa peor para un adicto que hacer el sacrificio de dejar las drogas y que en su casa no le apoyen”, contó.
“Se tiene que cambiar la conciencia de los jóvenes. Enfocarlos en cosas buenas, en la vida sana. Los que venden drogas no van a terminar. A lo que tenemos que apuntar es a que las personas no tengan necesidad de consumir, para buscar la felicidad” dijo.
Homenaje a un joven
El centro “Óscar Antonio” tiene ese nombre en homenaje a un joven adicto de la zona, quien cayó preso. Cuando tenía que ir a declarar y para que no diera nombres, una noche antes lo mataron dentro de la cárcel de Tacumbú. La madre de Óscar es una de las tantas voluntarias que acude a la iglesia a ayudar a los consumidores. Esa mano que no pudo darle a su hijo trata de pasársela a otros jóvenes.
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