Adicciones: cultura del facilismo
Fuente: Lic. Aldo Godino. www.diariobae.com
En un colectivo venía un numeroso grupo de jóvenes. No iban al colegio ni al trabajo. Llevaban la misma camiseta de su club. Divididos en dos, cada grupo tenía una botella de plástico cortada en donde mezclaban una parte de gaseosa con abundante vino de un tetrabrick. Durante todo el viaje no dejaron vaciar el improvisado «vaso» que pasaba de mano en mano. Se mostraban desinhibidos o habían alcanzado esa cuota de valentía necesaria para no quedar excluidos de la tribu. Quizás estaban convencidos del «todos lo hacen».
En la zona donde salgo a caminar diariamente, el paisaje invita a relajarse y respirar aire puro. Pero encontré varios grupitos de jóvenes que pasaban de mano en mano el trofeo de un porro bien armado; lo atestigua mi nariz. Es la nueva «ruleta rusa» que ayuda a protestar, escaparse o esconderse tal vez de uno mismo.
Comentaba un amigo su preocupación por un hijo adolescente que no dudaba en pasar despierto toda la noche para conectarse con otros jóvenes en juegos interactivos de internet. Sumamos a la conversación otras redes sociales que tejen entre los jóvenes una dependencia «incomunicacional». Porque después, frente a su familia e incluso a sus propios amigos se escudan en el silencio. La velocidad de los dedos ganó la batalla al diálogo.
Alguien me relataba la tristeza que sintió al tener que internar varios meses a su hija que sufría anorexia y que, por supuesto, no reconocía. La adicción a su figura la había llevado a regímenes muy severos y auto impuestos con riesgos de desnutrición. Había una imagen distorsionada por adentro que trataba de compensar con la de afuera. Es el modelo que le hemos proporcionado los adultos.
«Resulta menester disponer lo necesario a efectos de atender al abordaje integral de las adicciones, teniendo como ejes su prevención y tratamiento, así como la inclusión social de aquellas personas que se encuentran afectadas por esta problemática». Y me alegro por esta prioridad en las preocupaciones gubernamentales. Pero creo que algo concreto hay que hacer también desde nosotros, desde cada uno, aunque no sea fácil.
Existe una cultura juvenil con ciertas normas y valores que guían su conducta, y que les permiten entenderse entre sí y reconocerse como integrantes de una tradición común. Allí vislumbramos que los jóvenes en general se encuentran en un estado de déficit, en el que las adicciones juegan un rol compensatorio. Esta compensación marca su fuerza sobre todo cuando hay baja autoestima, cuando coexisten estados afectivos inmanejables, tales como la ansiedad y el temor, o cuando necesitan protestar contra un orden establecido del que no se sienten parte. Necesitan calmar la angustia surgida en la vivencia de la crisis adolescente, juvenil o familiar y que trae consigo el desencanto y la desesperanza.
Más que nunca hace falta contención desde la propia familia y desde nosotros, los adultos, que deberíamos entender la vida como un constante aprendizaje. Necesitan saber de obstáculos, tropiezos y fracasos; de luces, fortalezas y aciertos. Tenemos que ofrecerles un nuevo itinerario de libertad. No podemos continuar en el silencio y la incomunicación, en la cultura del consumo y el facilismo. Lo difícil no es sinónimo de imposible.
«Un hombre encontró un capullo de una mariposa y se lo llevó a casa para poder verla cuando saliera. Un día vio que había un pequeño orificio y entonces se sentó a observar por varias horas; la mariposa luchaba por abrirlo más grande para poder salir.
La mariposa forcejeaba duramente para poder pasar su cuerpo a través del pequeño agujero, hasta que llegó un momento en el que pareció haber cesado de forcejear, pues aparentemente no progresaba en su intento. Entonces el hombre, en su bondad, decidió ayudar a la mariposa y con una pequeña tijera cortó al lado del agujero para hacerlo más grande. Por fin la mariposa pudo salir del capullo. Sin embargo, al salir la mariposa tenía un cuerpo muy hinchado y unas alas pequeñas y dobladas.
El hombre continuó observando. La que debía ser mariposa solamente pudo arrastrarse en círculos: su cuerpo seguía hinchado y sus alas dobladas. Nunca pudo llegar a volar.
Lo que el hombre en su bondad y apuro no entendió, fue que la restricción de la apertura del capullo y la lucha requerida por la mariposa, para salir por el diminuto agujero, era la forma en que la naturaleza forzaba fluidos del cuerpo de la mariposa hacia sus alas, para que estuviesen grandes y fuertes. La libertad y el volar solamente podían llegar después de luchar. Al privar a la mariposa de la lucha, también le fue privada su salud.»
No fue ni oruga ni mariposa. Por Dios, que no le pase a nuestros jóvenes y menos por responsabilidad nuestra!
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