ASÍ DAÑA EL ALCOHOL AL QUE NO BEBE

Fuente: www.infosalus.com. EUROPA PRESS.

  Cada año, uno de cada cinco adultos en Estados Unidos, unos 53 millones de personas, sufre daños a causa del alcoholismo de otra persona, según una nueva investigación que se publica en el ‘Journal of Studies on Alcohol and Drugs’.    De manera similar a cómo los políticos han abordado los efectos del humo de segunda mano en las últimas dos décadas, la sociedad necesita combatir los efectos secundarios del consumo de alcohol, arman los autores, que consideran que el daño del alcohol a terceros «es un importante problema de salud pública».

  Según el estudio, un análisis de los datos de la encuesta nacional de Estados Unidos, aproximadamente el 21% de las mujeres y el 23% de los hombres, unos 53 millones de adultos, sufrieron daños debido a la bebida de otra persona en los últimos 12 meses.    Estos daños pueden ser amenazas o acoso, propiedades arruinadas o vandalismo, agresiones físicas, daños relacionados con la conducción o problemas financieros o familiares. El daño más común fue la amenaza o el acoso, según reporta el 16% de los encuestados.

 Los tipos específicos de daño experimentado dieren según el género. Las mujeres tenían más probabilidades de reportar problemas financieros y familiares, mientras que las propiedades arruinadas, el vandalismo y la agresión física eran más propensas a ser reportadas por los hombres.    «Hay un riesgo considerable para las mujeres por parte de personas que beben en exceso, a menudo varones, en el hogar y, para los hombres, por parte de personas fuera de su familia que beben», explican los autores.

  Algunos factores adicionales, incluyendo la edad y la propia bebida de la persona, también fueron importantes. Así, las personas menores de 25 años tenían un mayor riesgo de sufrir daños por la bebida de otra persona.    Además, casi la mitad de los hombres y mujeres que eran grandes bebedores dijeron que habían sido perjudicados por la bebida de otra persona. Incluso las personas que bebían, pero no en gran medida, tenían de dos a tres veces más riesgo de hostigamiento, amenazas y daños relacionados con la conducción en comparación con los abstemios.

 El consumo excesivo de alcohol se definió como beber cinco o más copas a la vez para hombres o cuatro o más copas para mujeres al menos una vez al mes.    Para realizar el estudio, los investigadores dirigidos por la doctora Madhabika B. Nayak, del Alcohol Research Group (un programa del Instituto de Salud Pública en Oakland, California) – analizaron datos de dos encuestas telefónicas realizadas en 2015: la encuesta nacional sobre el daño del alcohol a los demás y la encuesta nacional sobre el alcohol.    La investigación actual, financiada por el Instituto Nacional sobre el Abuso del Alcohol y el Alcoholismo, examinó datos de 8.750 encuestados de 18 años de edad o más y brinda apoyo para las políticas de control del alcohol, como impuestos y precios para reducir el daño del alcohol a personas que no sean el bebedor.

  «La libertad para beber alcohol debe ser contrarrestada por la libertad de ser importunado por la bebida de otros en formas manifiestas como el homicidio, la agresión sexual relacionada con el alcohol, accidentes de tráfico, abuso doméstico, pérdida de salarios en el hogar y negligencia infantil», escribe en un comentario que acompaña el estudio el doctor Timothy Naimi, del Boston Medical Center.    Naimi aboga por incrementar los impuestos sobre las bebidas alcohólicas, señalando que hay pruebas sólidas de que esto puede reducir el consumo excesivo de alcohol y los daños a otras personas además del bebedor.    En un segundo comentario, el doctor Sven Andréasson del Instituto Karolinska de Estocolmo, en Suecia, escribe, de manera similar, que establecer precios mínimos para el alcohol es importante para reducir los daños causados por el consumo.

 «Ahora hay una creciente literatura sobre los efectos de las políticas nacionales sobre el alcohol para reducir no solo el consumo, sino también algunos de los daños indirectos causados por el alcohol, en particular los efectos de las políticas de precios en todas las formas de violencia: agresiones, violencia sexual, violencia de pareja y la violencia hacia los niños –escribe Andréasson–. La investigación reciente sobre los efectos de los precios mínimos es particularmente relevante en este contexto, donde los estudios en Canadá encuentran reducciones en la violencia después de la introducción de precios mínimos».    «Las políticas de control, como la fijación de precios del alcohol, los impuestos, la disponibilidad reducida y la restricción de la publicidad, pueden ser las formas más efectivas de reducir no solo el consumo de alcohol, sino también el daño del alcohol a personas que no sean el bebedor», coincide Nayak.

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