BRUNO CORTÉS: «DESDE LOS PODERES NO HAY INTERÉS EN QUE EL PROBLEMA DE LA ADICCIÓN AL JUEGO SE REDUZCA»
Fuente: infolibre.es. Sabela Rodríguez Álvarez.
- El psicólogo de la Asociación para la Prevención y Ayuda al Ludópata (APAL) señala a los grandes beneficiados con el juego: «El dinero que sale de los créditos, las propias casas de apuestas y toda la publicidad»
- 168 asociaciones convocan una manifestación este domingo en Madrid contra las casas de apuestas, una protesta que se ha extendido a otras provincias como A Coruña o Granada
Las marquesinas del barrio madrileño de Moratalaz amanecían este viernes de gala. Tras sus pantallas, una convocatoria: contra las casas de apuestas, manifestación el domingo 6 de octubre a las 12:00 del mediodía. Un anuncio que no sonaba extraño entre los vecinos, conscientes del trabajo de base que desde hace meses se viene tejiendo en las calles. Como Moratalaz, despertaron también Tetuán, Lucero y otros muchos barrios que se han sumado a la movilización, no solo en la capital, sino también en ciudades como A Coruña, Santiago de Compostela, Algeciras, Granada o Cartagena. Se mueven contra lo que consideran una plaga, la de las casas de apuestas, que ataca directamente al corazón de la clase obrera. Los datos son claros: los tres distritos con menores rentas de Madrid, situados al sur de la ciudad, acumulan casi el doble de locales de juego de azar que aquellos con mayores rentas per cápita. «Las casas de apuestas son otra herramienta más del sistema para mantener a la clase obrera adormecida y engañada», expresa el manifiesto, «tiramos el poco dinero que tenemos en estos sitios con la remota esperanza de que un golpe de suerte nos arregle la vida y mejoren nuestras condiciones de vida».
Bruno Cortés es psicólogo en la Asociación para la Prevención y Ayuda al Ludópata (APAL). Sobre la proliferación de los centros de juego en la capital madrileña pone un ejemplo gráfico: la línea verde de metro. Aquella que pasa por barrios como Carabanchel, Oporto o Aluche. «Si recorres la línea puedes ver que en casi todas las bocas de metro hay una casa de apuestas«, relata. A su entender, el problema sí guarda una relación estrecha con la clase social, pero matiza los motivos. «La clase alta va a tener siempre menos problemas para salir de cualquier adicción», mientras que en las familias pobres «esto va a ser un problema que va a meter a esa persona en el hoyo y probablemente a su familia».
Las personas con menos recursos, repara, «no van a salir de la ludopatía tan fácilmente y les va a provocar un verdadero problema a ellos y a sus familias». Aunque el psicólogo suaviza el análisis de clase –salones de apuestas y por tanto adictos los hay en todos los barrios, recalca–, las causas que llevan a la adicción y las consecuencias de la misma se encuentran atravesadas por una cuestión material que determina la incidencia del daño. Los estudios oficiales, de hecho, hablan de niveles socioeconómicos medio-bajos o bajos entre quienes más recurren a estas prácticas.
«Si existiera la asistencia a los adictos al juego dentro de los sistemas de salud, esto quizá podría resolverse», reflexiona el psicólogo, «o si facilitasen de manera fiscal el pago de la deuda a las personas adictas, o si se pusieran multas más grandes y no solo administrativas a las casas de apuestas cuando están jugando menores, por ejemplo, probablemente se aminoraría el problema».
«Aumento dramático»
Según los últimos datos de la Dirección General de Ordenación del Juego (DGOJ), los españoles han aumentado de forma extraordinaria el gasto en el juego entre 2012 y 2017: concretamente el ascenso ha sido del 442,84% en el ámbito de las apuestas –pasando de 1.388,64 millones a 7.538,12– y del 387,37% en el juego online –de 2.805,47 millones a 13.673–. «Todas las adicciones están subiendo», analiza el psicólogo, «pero las de conducta o las tecnológicas lo están haciendo de manera dramática«. Cortés recuerda las consecuencias del despegue. La ludopatía, señala, está tipificada como trastorno y funciona «exactamente igual en el cerebro que las adicciones con sustancia». Desde hace «bastantes años se ha demostrado que los mecanismos implicados a nivel cerebral son los mismos y la única diferencia es que el estímulo intenso proviene de los propios neurotransmisores que uno recibe».
La equiparación de la adicción al juego con el enganche a las drogas con sustancia abre la puerta a una idea que se ha ido haciendo fuerte en los barrios: las casas de apuestas como la heroína del siglo XXI. «A nivel de números, la similitud es absoluta», afirma el psicólogo. «Estamos hablando de personas y familias afectadas que en los barrios pobres alcanza porcentajes muy llamativos», hasta el punto de que «es muy raro que en un bloque de pisos no haya una familia afectada por un problema de ludopatía«. Esto, observa Cortés, «era un poco lo que pasaba con la heroína en los años ochenta» y se extiende hoy día a prácticamente todo el ámbito tecnológico. «Nos estamos volviendo muy dependientes de las tecnologías y si a eso le sumas el consumismo, la disponibilidad de dinero fácil 24 horas, las apuestas se traducen en el principal objeto de deseo». Una adicción, resalta, que comienza en los colegios con los videojuegos y termina en las calles con los salones de apuestas.
Según el informe Estudio y análisis de los factores de riesgo del trastorno de juego en población clínica española, elaborado por la DGOJ, el perfil del adicto con una conducta de juego problemática o patológica y que solicita tratamiento, apunta a una media de 43 años de edad, español, casado y con un nivel socioeconómico medio-bajo o bajo. En cuanto a la edad de inicio, la media aproximada está en los 21 años, aunque el estudio habla de que cerca del 36% de los encuestados afirma haber iniciado el juego antes de los 18 años.
Respecto al juego online, el mismo organismo habla de un perfil absolutamente masculinizado –el 84,93% son hombres– y mayoritariamente joven –el 34,6% entre los 26 y los 35 años, el 25,32% entre los 18 y los 25–. El problema, explica Cortés, es que los perfiles se trazan en base a quienes solicitan ayuda. «Las mujeres no piden ayuda de la misma manera y en las terapias nos encontramos a un porcentaje mucho menor», de modo que existe «una brecha con el género muy dramática, porque luego vienen con problemas mucho más graves por no haberlo contado». El cisma se explica, a su entender, por la pervivencia de roles de género que determinan lo que se espera de una mujer. «Se normaliza para los hombres, igual que con todas las adicciones», comenta el psicólogo. «Si una mujer tiene el problema se intenta minimizar» e incluso «si hay mucho machismo en la familia directamente se restringe su acceso a las cuentas». Visibilizar que las mujeres también están en esto, reflexiona Cortés, «facilitará que pidan ayuda si tienen un problema».
Intereses y regulación
¿Cómo se extingue el problema? Las organizaciones lo tienen claro: a golpe de calle. Un diagnóstico que nace del abandono institucional que llevan tiempo denunciando. «Desde los poderes no hay ningún interés en que este problema se reduzca, aunque en campaña todos tendrán palabras bonitas», pero «la mayoría han estado al otro lado y nos han ignorado», lanza el psicólogo.
A la pregunta estrella –¿qué intereses hay detrás?–, Cortés contesta firme pero consciente de estar dando una respuesta incómoda. Los intereses políticos, dice, tienen que ver con que «si tú ganas impuestos de que la gente se deje el dinero jugando y luego no tienes que pagar nada para que esa gente se rehabilite, qué medida vas a querer tomar. A ellos les interesa que la gente siga teniendo el problema porque el Estado gana dinero y no tiene que rendir cuentas». El beneficio, detalla, procede de diversas vías: «El dinero que sale de los créditos, las propias casas de apuestas y toda la publicidad». Las asociaciones, continúa, llevan «mucho tiempo intentando que se les escuche y se está empezando a hacer ahora porque el problema empieza a ser insostenible. De lo contrario, los políticos seguirían aprovechando la situación y esto no estaría saliendo a la luz».
En esta suerte de red de intereses no faltan actores de peso. Las casas de apuestas han encontrado cobijo en grandes empresas como Blackstone y otros fondos buitre, que ya han comenzado a adquirir y tomar el control de los centros. «Están todos ligados», sentencia Cortés. La ley que regula el juego, trazada en el año 2011, fue desarrollada por el Gobierno de Mariano Rajoy, con Rafael Catalá al frente del Ministerio de Justicia. «Catalá acaba de volver a Codere y fue ministro de Justicia cuando empezó a hacerse más laxa la ley», pero antes de eso ya había formado parte de su consejo de administración, señala el psicólogo. De Codere fue precisamente asesor el despacho jurídico que pertenece a Cristóbal Montoro, que en 2018 rebajó al 20% el impuesto a las empresas de juego online.
A este maniobrar «entre las sombras» se añade el bombardeo de publicidad en los medios de comunicación, casi siempre con la participación de actores, deportistas o caras especialmente conocidas –admiradas por los más jóvenes–. Para Cortés es aquí donde hay que comenzar a actuar. «La publicidad debería dejar de existir en el juego: nadie está publicitando la cocaína y hablamos de problemas de adicción muy graves», insiste.
No se muestra tan tajante respecto a la regulación de las casas de apuestas. Mientras las organizaciones que convocan la manifestación se inclinan por el cierre absoluto de los centros, Cortés introduce algún matiz en su análisis. «Considero que el cierre va a llevar, a día de hoy, a una cantidad muy exagerada de juego ilegal«. Por el contrario, opina, «regular todo esto, siguiendo los ejemplos de Bélgica o Portugal, sería mucho más apropiado». Es el clásico debate que orbita en torno a las drogas con sustancia. «Todas las adicciones van a tener un remanente siempre», apunta, «pero si el juego está regulado, la gente podrá acceder a las ayudas más fácilmente y las casas de apuestas estarán más controladas». ¿El paso siguiente? Ahí sí transige: el cierre. «Pero nunca sin una regulación previa, dar un salto tan grande sin un paso intermedio generaría mucho rechazo«.
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