CORONAVIRUS, SALUD PÚBLICA Y GOBERNANZA GLOBAL
Fuente: Juan Carlos Melero. https://juancarlosmelero.wordpress.com.
La primera sensación que me provoca una situación como la ocasionada por el Covid-19 es la de fragilidad. No me refiero a una precariedad personal, sea por edad, dolencias previas o cualquier otra circunstancia, sino a una debilidad sistémica: como si el mundo en que vivimos estuviera cogido con hilvanes; diseñado para funcionar en condiciones de tranquilidad. Resulta que una humanidad en tantos sentidos prepotente, sosteniendo un sistema económico que se presenta a sí mismo como la única respuesta imaginable, se siente de pronto amenazada por una epidemia que, sin negar su gravedad, probablemente acabe perdiendo brío más pronto que tarde.
Claro está que es una infección nueva, con un origen aún no muy claro, con una gran facilidad de contagio y que nos sorprende además, en España, en un momento en el que la sanidad pública ha padecido de lo suyo por efecto de los manostijeras de turno. Como dice el conocido refrán, «de aquellos polvos, estos lodos». Lo veremos, lo estamos viendo. Pero a la vez se trata de una enfermedad que parece ir remitiendo allí donde se generó, que se muestra asintomática o con sintomatología leve en la mayor parte de las personas afectadas, que ha mostrado una letalidad baja y que parece en gran medida curable con los medios actualmente existentes.
Personalmente lo vivo como si se tratara de un simulacro. Como si por primera vez la humanidad entera fuese sometida a una tensión extra para valorar nuestra capacidad de respuesta, y, la verdad, da la impresión de que el traje nos queda pequeño, que nos tira de la sisa. No me parece especialmente agorero afirmar que como esta vendrán otras, acaso más virulentas. Y me gustaría poder decir que algo habremos aprendido sobre cómo actuar en situaciones de esta naturaleza. Veremos. Lo que sí me parece claro es que ante una situación mundial severa necesitamos instituciones transnacionales efectivas, una gobernanza mundial que permita adoptar decisiones inmediatas y coherentes en función de los datos y del conocimiento científico disponibles. De otro modo, cada país hará lo que estime oportuno, al albur, quizás, de intereses electorales.
Ojalá saliéramos de esta epidemia con alguna lección aprendida; ojalá sea la necesidad de avanzar en esa gobernanza global que deje atrás toda tentación individualista del tipo American First, Get Brexit Done, primero los de casa y miopías similares. Y, especialmente, con una decisión rotunda de fortalecer nuestra sanidad pública para que nadie con un mínimo de decoro vuelva a atreverse a hacer sonar las campanillas infames de la privatización y los recortes en el sector.
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