Drogas y Atención Primaria en el Multiverso

mayo 16, 2023

Fuente: lasdrogas.info. Fernando Caudevilla Gálligo.

La inflación cósmica y la teoría de cuerdas son el fundamento teórico de la hipótesis de la existencia de múltiples universos dentro de la Física Teórica. En el género del cine fantástico, el Multiverso se aprovecha para explorar distintas versiones de los personajes que ya conocemos y ampliar casi hasta el infinito las posibles películas de superhéroes sin que productores ni guionistas tengan que complicarse demasiado la existencia.

Comienzo así este artículo aclarando que estas reflexiones no son de aplicación en el punto del espacio-tiempo del Universo que habitamos. Tienen su sentido en un Universo similar al nuestro pero que transcurre con veinte años de retraso. O cualquier otra parte del Multiverso en el que los profesionales de Atención Primaria (AP) tienen asignados el mismo cupo de pacientes, disponen de un tiempo razonable para atenderlos de forma digna, es posible programar una consulta de diez minutos y existe una mínima continuidad asistencial. Universos en los que los ciudadanos consideran intolerable el hecho de que exista una semana de retraso para conseguir una cita en un Centro de Salud.

También aclararé que abandoné el entorno asistencial de AP hace casi dos años hastiado del maltrato institucional ejercido desde la Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid. Aunque creo que puedo hablar sobre AP y drogas tras veinte años como Médico de Familia, mi pertenencia al Grupo de Intervención en Drogas de la semFYC (Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria) desde su fundación y mis actividades en el ámbito de la reducción de riesgos en el uso recreativo de drogas.

En nuestro Universo, el entorno de AP sigue siendo el recurso sanitario más accesible para la población, también para las personas que consumen drogas. La variedad en las demandas que pueden plantearse en una consulta de AP es casi infinita: nuestra opinión sobre el tratamiento nuevo que ha prescrito un especialista a un paciente, nuestra valoración del último fármaco antiobesidad milagroso que ha aparecido en prensa los pacientes y casi cualquier consulta imaginable que tenga o no que ver con cuestiones clínicas. Pero es poco probable que, aprovechando una cita para una vacunación un consumidor de cannabis le comente a su enfermera que opina sobre los vaporizadores de cannabis y si son o no más seguros que fumar hachís. El diabético joven a quien el Médico de Familia acaba de renovar su receta crónica de insulina no suele preguntar si es previsible alguna interacción con la pastilla de MDMA que piensa tomarse en un festival el próximo fin de semana. Las preguntas sobre interacciones farmacológicas, efectos adversos, pautas de consumo, dosis, frecuencias, toxicidad, adulteraciones, uso de drogas en enfermedades crónicas…suelen plantearse a los amigos, conocidos o en foros de Internet en lugar de en el entorno sanitario.

El entorno de AP es, al menos en teoría, idóneo para abordar estas cuestiones. La falta de conocimientos no es una excusa: al Médico de Familia nadie le exige que lo sepa todo sobre todo de forma inmediata. Pero sí se le supone capacidad para buscar información objetiva en bases de datos científicas y fuentes fidedignas sobre aspectos que tienen que ver con fármacos de prescripción o drogas fiscalizadas.

En general, los profesionales de AP nos sentimos relativamente cómodos preguntando sobre alcohol y tabaco: estamos acostumbrados a hacerlo y son drogas socialmente normalizadas. Pero, sobre todo, sabemos qué vamos a hacer con la respuesta que nos proporcione el paciente: existen Guías Clínicas y protocolos que nos permiten cuantificar, valorar la existencia de un trastorno presente o probable y tomar decisiones clínicas que pueden ir desde el consejo sanitario, la intervención desde el propio entorno de AP o la derivación clínica a otro recurso.

¿Y qué sucede con el resto de las drogas? Pondremos como ejemplo al cannabis ya que es la droga ilegal más consumida en cualquier segmento de la población. El informe EDADES 2022 indica que el 10% de los ciudadanos entre 15-64 años lo han utilizado durante el último año y es razonable asumir que una parte significativa de ellos pasará en algún momento por cualquier motivo por la consulta de Medicina o Enfermería de Atención Primaria. Esta misma encuesta señala que hasta el 20% de este grupo de consumidores tiene un resultado positivo en el test CAST, una herramienta de screening para diagnosticar el consumo problemático de cannabis.

Pero el problema de preguntar es qué hacer con la respuesta obtenida. Señalábamos antes que en el caso del tabaco o el alcohol sabemos cómo proceder. Pero ¿y en el cannabis o el resto de las drogas ilegales? ¿Someteremos al paciente a un interrogatorio para acabar con un sermón sobre lo malas que son las drogas? ¿Registraremos el hallazgo en la Historia Clínica Electrónica del paciente? ¿O lo derivaremos al recurso específico de Atención a las Drogodependencias de la zona? Aunque soy consciente de que este planteamiento resulta un poco exagerado, a lo largo de mi carrera profesional he tenido conocimiento de bastantes ocasiones situaciones como las que acabo de exponer: mensajes paternalistas, registros inadecuados en el historial de un paciente que se utilizan para explicar cualquier problema de salud o derivaciones no justificadas desde un punto de vista clínico. En mi experiencia, también son frecuentes los juicios de tipo moral, que no aplicamos a otras conductas como el sexo. Desde la perspectiva integradora y holística de AP, el abordaje de la salud sexual es mucho más amplio que el tratamiento de las infecciones de transmisión sexual. De la misma forma, el abordaje de los pacientes que utilizan drogas debería ser mucho más amplio que la detección de los trastornos adictivos y su derivación a un recurso especializado.

En la práctica y en el entorno de AP, la primera señal sobre el consumo de drogas de un paciente surge cuando hay un problema grave de trastorno por consumo establecido o bien tras un resultado positivo en orina realizado en un Servicio de Urgencias por una intoxicación aguda o un accidente de tráfico. Pero este es solamente la punta del iceberg y por debajo hay muchas personas (cuyos consumos no tienen por qué ser necesariamente problemáticos) que podrían beneficiarse de una intervención muy eficiente. Este abordaje no pretende entrar en competencia con otros recursos disponibles. Los profesionales de AP pueden cumplir un papel fundamental en la detección de los consumos problemáticos, intervención a través de modelos como el de la Entrevista Motivacional, prevención y reducción de riesgos y daños. Pero la participación y la coordinación con otros profesionales en las redes de drogodependencias (que en muchas ocasiones son también Médicos de Familia) es también imprescindible.

En definitiva, las características de la AP hacen que se trate de un entorno idóneo para detectar y abordar muchos de los aspectos relacionados con el consumo de drogas: conocemos a las personas a las que atendemos, en su contexto, familiar y social y en las diferentes etapas de su vida, adoptamos un enfoque global de la salud dentro del modelo biopsicosocial, tenemos múltiples contactos con la persona y su familia, nuestra especialidad incluye formación específica en técnicas de comunicación, podemos intervenir de forma activa (mediante actividades y programas dirigidos a la prevención), conocemos las características propias de la comunidad en la que trabajamos y tenemos la  posibilidad de trabajar con la población en diferentes foros: consejos de salud, asociaciones de vecinos, entorno escolar…

….o al menos así sucede en aquellos Universos Paralelos en los que los gestores y políticos no se dedican a dinamitar de forma sistemática, por acción o por omisión, el entorno de AP. Por no cerrar este artículo de manera trágica, nos queda la esperanza de que algún evento cósmico inesperado o, casi mejor, un ataque de sensatez del Gobierno Central y las Autonomías ponga los medios para que estas reflexiones teóricas puedan llevarse a la práctica.

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