Informe Mundial sobre las Drogas 2016 (XIV): Desarrollo económico
Los grupos de mayor nivel socioeconómico son más propensos a iniciarse en el consumo de drogas
Los estragos que causa el problema de las drogas pueden variar
en magnitud y forma en los países, desarrollados o en desarrollo,
pero de un modo u otro afectan a todos. La vulnerabilidad
a las drogas, ya se manifieste en el cultivo, la producción,
el tráfico o el consumo, existe en la totalidad de los países,
sea cual fuere su nivel de desarrollo.
La relación entre el desarrollo económico y las drogas es particularmente
evidente en el caso del cultivo ilícito para la
producción de drogas. En las zonas rurales, algunos problemas
socioeconómicos como la pobreza y la falta de medios de vida
sostenibles son factores de riesgo importantes que llevan a los
agricultores a dedicarse a esos cultivos. También son mani-
festaciones de un bajo nivel de desarrollo que, unidas a otros
problemas ligados a la seguridad y la gobernanza que lo
obstaculizan, propician el cultivo ilícito en gran escala.
Los grupos de mayor nivel socioeconómico son
más propensos a iniciarse en el consumo de
drogas que los grupos de menor nivel socioeconómico,
pero estos últimos son los que pagan un
precio más alto y tienen más probabilidades de
caer en la drogodependencia
También hay nexos estrechos entre la pobreza y el consumo
de drogas, aunque son complejos y hacen que una y otro se
refuercen mutuamente. Ciertamente, las más afectadas por
el problema del consumo de drogas son las personas pobres
en relación con las sociedades en que viven, como se observa
claramente en los países más ricos. En términos amplios,
existe una estrecha relación entre las situaciones de desventaja
social y económica y los trastornos relacionados con el consumo
de drogas. También se observa ese paralelismo al examinar
las distintas consecuencias de la marginación y la exclusión
social, como el desempleo y los bajos niveles de educación.
Aparte del grado de desarrollo, hay muchos factores, entre
ellos la ubicación geográfica, que inciden en el carácter del
problema de las drogas en un país determinado. La proximidad
a una zona de producción de drogas o una ruta de tráfico
importante puede explicar, por ejemplo, las tasas de consumo
de opiáceos superiores a la media que se observan en el Cercano
Oriente, el Oriente Medio y Asia sudoccidental, así
como el consumo de cocaína, incluido el crack, en América
del Sur y África occidental. El desglose de los datos nacionales
sobre los consumidores de drogas por nivel de ingresos revela,
sin embargo, que la prevalencia del consumo en el año anterior
tiene a ser mayor en los países de ingresos altos. Las
drogas por las que se pagan precios relativamente altos, y en
definitiva más lucrativas para los traficantes, se introducen
con mayor facilidad en los países de ingresos per cápita comparativamente
elevados. En el caso de sustancias como la
cocaína y la heroína, el grado de desarrollo económico contribuye
a la formación de mercados de consumo grandes en
cuanto al número de consumidores y las ganancias que
reportan.
Los distintos niveles de bienestar socioeconómico de los países
también inciden en el tipo de drogas que se consume. Por
ejemplo, en los Estados Unidos la relación entre el consumo
de drogas y el desempleo es mucho más estrecha en el caso
del crack que en el de otros tipos de cocaína.
Los mercados de drogas tienden a verse influidos por la idiosincrasia
de los respectivos países, desarrollados o en desarrollo,
pero los grandes mercados de ciertas sustancias, en
particular la cocaína y las sustancias sintéticas, se han afianzado
primero en los países desarrollados antes de extenderse
a los países en desarrollo. Algunos ejemplos notables son la
aparición del éxtasis y otros alucinógenos en América del
Norte y Europa, así como la constante proliferación del consumo
de NSP en Europa, el Japón y América del Norte. Por
ello, la relación entre el desarrollo y el problema de las drogas
debe considerarse en términos dinámicos.
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