LEGALIZACIÓN DE LA MARIHUANA: ¿PARA DÓNDE VAMOS?

Fuente: www.lasdrogas.info. Augusto Pérez-Gómez, Juliana Mejía Trujillo y Orlando Scoppetta.

En los últimos años hemos visto un interés creciente por legalizar la marihuana, primero por motivos medicinales, y posteriormente, siguiendo la tendencia de algunos países de la región (Uruguay, Estados Unidos), con fines recreativos. En el caso de Colombia, luego de arduos debates relacionados con el hecho de que era necesaria una reforma constitucional, el proyecto se hundió en el congreso el 20 de junio de 2023, y necesitará pasar nuevamente por ocho debates.

Los argumentos a favor de la legalización son muy numerosos, aun cuando diferentes para el caso de la marihuana medicinal y la recreativa; muchos de esos argumentos no son ni científicos ni técnicos, sino de apariencia económica, o relacionados con la modernización de criterios, el fin de la lucha contra las drogas, la eliminación del narcotráfico, y otros similares.

En el caso de la marihuana medicinal, se ha argumentado que su potencial es inmenso y que eso está demostrado por una historia de más de 5.000 años, en las que aparece mencionada en la farmacopea china, india, griega, romana, árabe y europea moderna, y por supuesto en la de Estados Unidos hasta comienzos del siglo XX. La historia muestra que se la empleaba para los más diversos trastornos: dolores menstruales, artritis, malaria, beriberi, estreñimiento, para solo mencionar algunas,  aun cuando naturalmente no era fumada, sino en forma de emplastos, cocciones y mezclas con otras sustancias; pero luego la oleada puritana que prohibió el alcohol en 1919 llevó a atribuirle a la marihuana efectos casi demoníacos y a asociarla, sin la menor prueba, con criminalidad y violencia: de esa manera, y durante cerca de 75 años, y por presiones de los Estados Unidos, pasó a ser una “droga”  tipo I, es decir, sin ningún valor médico y de alta peligrosidad.

En cualquier caso, la marihuana siempre ha tenido defensores, quienes han argumentado que el cannabis tiene efectos positivos, aun cuando no se hacían investigaciones sobre ellos, solo sobre los negativos. Así, se argumentaba que era un buen analgésico y que disminuía la inflamación ocular en el glaucoma. Entonces se descubrió que además del THC había muchos otros compuestos en la planta, uno de los cuales, llamado cannabidiol, podía ser producido sintéticamente y tenía usos médicos importantes: disminuía el malestar asociado a las quimioterapias (vómitos, pérdida de apetito); algunos ensayos mostraron que era un buen analgésico y disminuía ciertos síntomas en enfermedades severas como la esclerosis múltiple y la artrosis, gracias a sus efectos anti-inflamatorios. A partir de entonces se empezaron a descubrir un sinnúmero de beneficios que, en un movimiento pendular, llevaron a pensar que el supuesto demonio era en realidad una especie de panacea universal. Y por supuesto, la industria farmacéutica no podía permanecer sorda: aparecía la promesa de inmensas ganancias con inversiones relativamente pequeñas.

Al mismo tiempo, pero por caminos completamente distintos, Portugal en 2001 y Uruguay en 2013 decidieron admitir, aun cuando con restricciones, la producción y el consumo de Cannabis con objetivos puramente recreativos; al malestar inicial despertado por estas medidas siguió una oleada de propuestas para legalizarla en otras partes, y los Estados Unidos iniciaron un proceso que iba en la dirección contraria a lo que habían propuesto desde 1939 y que a la fecha (julio de 2023) ha llevado a que se legalice su uso en 21 de los 50 estados. En 2018 Canadá tomó la misma decisión, y más recientemente, México en 2021. Con frecuencia se utilizan como argumentos la lucha contra el narcotráfico, y evitar los costos de penalización por consumo, pero manifiestamente una de las principales motivaciones son los impuestos: millones de consumidores producen grandes ingresos para las arcas del estado. Esos argumentos también se utilizan en Colombia, y se le añaden otros tres: las libertades individuales, la salud pública (se asegura que la marihuana es mucho menos dañina que el alcohol o el tabaco), y la demostrada utilidad médica del Cannabis.

Pero todos estos argumentos tienen muchas debilidades. En primer lugar, Colombia bloqueó durante seis años todas las iniciativas para concretar la venta nacional e internacional de cannabis para usos medicinales, por razones estrictamente políticas e ideológicas, lo cual llevó a que muchas compañías, especialmente canadienses, abandonaran sus proyectos en el país. Por otra parte, algunos de los resultados positivos publicados por la Academia de Ciencias de los Estados Unidos en 2017 han resultado fuertemente cuestionados por una serie de estudios llamados revisiones sistemáticas, en los que con unos criterios muy estrictos se seleccionan los mejores estudios, se clasifican según el refinamiento de sus métodos y se comparan los resultados. El Observatorio Europeo de Drogas y un grupo de investigadores chilenos de la Fundación Epistemonikos, trabajando de manera completamente independiente, obtuvieron resultados idénticos: los estudios de más alta calidad muestran resultados negativos o contradictorios, mientras que los estudios de baja calidad tienden a dar resultados positivos en el caso de los siguientes trastornos:  vómito y náuseas, fibromialgia, insomnio, glaucoma, caquexia, anorexia, Parkinson, dolor crónico no oncológico, esquizofrenia, esclerosis múltiple, epilepsia, síndrome de Tourette, dolor asociado a cáncer y trastorno por uso de Cannabis. En la gran mayoría de los casos se considera que la evidencia es pobre o no conclusiva, y los resultados son apenas superiores al placebo, y a veces menores. Todos los estudios resaltan efectos adversos transitorios, como trastornos de sueño, mareos, fatiga. Los mejores resultados fueron para dolor crónico, glaucoma y epilepsia infantil, casi siempre combinadas con otros medicamentos. La mayoría de los estudios adolecen de tres fallas: muy pocos sujetos, gran deserción y utilización desfasada de controles. En resumen, la supuesta evidencia científica está muy lejos de ser conclusiva.

Todo esto ha tenido ya unas consecuencias directas en Colombia: las clínicas que abrieron sus puertas considerando que ya estaba seguro ese respaldo y que por consiguiente podrían proceder a formular derivados de Cannabis a sus pacientes, se encontraron con que las EPS (entidades promotoras de salud) no tienen la menor intención de reembolsarlos por falta, precisamente, de evidencia científica. Algunas de ellas ya han iniciado procesos de cierre. En algunos casos, los pacientes están dispuestos a pagar los medicamentos la primera vez, pero claramente no la segunda. Y la explicación de este comportamiento es sencilla: probablemente no vieron los resultados que les habían prometido.

¿Son el alcohol y el tabaco más dañinos que el cannabis fumado? Es cuestión de dosis: una botella de whisky es probablemente más dañina que un “porro”, pero no un trago; y una cajetilla de cigarrillos es peor que un “porro”, pero no que un solo cigarrillo: la marihuana tiene seis veces más alquitrán que el tabaco, y 50% más de sustancias cancerígenas.

Aquí puede encontrarse, con bastante certeza, un error muy común en el campo de la salud: la evidencia anecdótica y casuísitica identificada a través de la historia, fue interpretada de manera apresurada como verdad científica. El Cannabis puede tener efectos positivos en algunas personas, pero incluso en ellas las explicaciones de esos efectos positivos pueden ser muy variadas, tal como ocurre con los medicamentos “alternativos” o con la homeopatía, que en pruebas científicas dan resultados nulos, pero que a algunas personas les funcionan bien, ya sea por su fe en quien las administra o por sus convicciones personales. Montar un sistema de salud sobre bases tan frágiles sería un despropósito.

Pero si esto es válido en el campo de la medicina, en el campo recreacional las noticias que empiezan a aparecer tampoco son buenas. En julio de 2022 la prestigiosa revista Journal of Studies on Alcohol and Drugs publicó un artículo llamado “Cambios en las cifras de accidentes de tráfico después de la legalización de la marihuana”: se compararon cinco estados de Estados Unidos en los que la marihuana recreativa es legal, con otros cinco en los cuales todavía es ilegal; se observó  que el efecto combinado de la legalización y la venta al por menor produjo  un incremento de 5.8% en accidentes con heridos y de 4.1% en accidentes fatales, que varían de un estado a otro entre 10% y 4%.

Hay quienes nos aseguran que la legalización de la marihuana no incrementa su consumo. Sin embargo, los datos oficiales de Uruguay contradicen ese punto de vista: entre 2014 y 2018 (año del último estudio epidemiológico nacional) la prevalencia anual pasó de 9.3% a 14.6%: eso es un incremento de 5.3 puntos porcentuales (57% de incremento), que es muy elevado. Y el  documento oficial Monitoring the Future en los Estados Unidos el año 2021 vio el pico más alto de consumo de esta sustancia  desde que se inició este estudio en 1988: 43%, cuando en 2016 era 34%.

¿Eliminará la legalización el narcotráfico, por lo menos de esta sustancia? La experiencia de Uruguay, de 10  años, muestra que más del 50% del Cannabis que se consume allí es de origen ilegal, por ser más barato y porque permite eludir registros en los archivos gubernamentales que a muchos les producen desconfianza (los gobiernos cambian, y las ideas de qué hacer con los usuarios, también).

¿Es la marihuana realmente inocua? A todo lo que ya sabemos, se puede añadir que la Revista Española de Salud Pública presentó en octubre de 2022 los resultados de una revisión sistemática exhaustiva que muestra de manera clara que la marihuana afecta considerablemente la memoria y la atención de los adolescentes, y que aun cuando la memoria se recupera con la abstinencia, no ocurre lo mismo con la atención. Este trabajo reciente ratifica lo que muchos investigadores han venido asegurando desde hace largos años, pero que quienes promueven la legalización ignoran o desconocen.

Las leyes relacionadas con la salud deben hacerse con base en la ciencia, no en opiniones personales; ni en banderas políticas; ni en creencias basadas en anécdotas; ni en los gustos de quienes tienen la responsabilidad de elaborarlas. La ciencia necesita espacio para producir resultados, y no debe olvidarse que durante mucho tiempo la investigación sobre el Cannabis estuvo prohibida. Pero todo lo que hemos presentado nos lleva a creer que las decisiones se están tomando de manera apresurada, siguiendo una “moda”, con poca reflexión y sin consultar a las personas que se han dedicado a estudiar el tema. El resultado puede tener entonces todas las consecuencias viciadas que hemos visto tantas veces en nuestra normatividad.

Tal vez el hundimiento del proyecto permita pensar un poco más en lo que pretendemos hacer.

 

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