Menores, alcohol y doble moral
Nuestra sociedad ha convertido el alcohol en una sustancia omnipresente en cualquier tipo de celebración
Fuente: Juan Carlos Melero. https://juancarlosmelero.wordpress.com. [email protected]. @jcmelero.
A principios de septiembre participé en el programa de ETB2 “Sin ir más lejos”, en uno de esos debates recurrentes que se producen en televisión sobre el abuso de alcohol por adolescentes, bajo el tema “Atracones de alcohol”. El desencadenante fue el aumento de las atenciones sanitarias por intoxicación etílica durante la Aste Nagusia bilbaína. Como el formato de estos programas facilita más el desorden que la reflexión serena, aquí van mis argumentos sobre este asunto:
⋅ Nuestra sociedad ha convertido el alcohol en una sustancia omnipresente en cualquier tipo de celebración, conducta que niñas, niños y preadolescentes observan de manera recurrente y acaban interiorizando.
⋅ Frente a lo que se ha hecho con sustancias como el tabaco, mantenemos la publicidad de bebidas alcohólicas (eso sí, de menos de 20º), el patrocinio de eventos deportivos, etc., contribuyendo así a reforzar la imagen de que “lo normal”, es decir, lo que se espera que la gente haga en determinados contextos y momentos, es beber alcohol.
⋅ La facilidad de acceso al alcohol es evidente, y no hay persona, tenga la edad que tenga, que si se lo propone no consiga la dosis deseada, ya sea en bares o en tiendas de diverso tipo.
⋅ Como consecuencia de estos y otros factores socioculturales, el consumo de alcohol está ampliamente extendido en nuestra comunidad entre personas adultas y jóvenes, y, como es de imaginar, acaba interesando también a chicas y chicos adolescentes.
⋅ El consumo adolescente y juvenil esté polarizado entre un incremento de las personas abstemias y la persistencia de un porcentaje nada desdeñable de personas que abusan del alcohol de manera intensa.
⋅ Los consumos abusivos son mensajes que tenemos que saber descifrar con serenidad crítica para dar las respuestas adecuadas.
⋅ Las campañas preventivas son esporádicas y puntuales, y nadie sabe muy bien en qué medida consiguen sus objetivos (sean estos los que sean).
⋅ Existen programas preventivos basados en el desarrollo de competencias psicosociales (entre ellas el pensamiento crítico) que muestran resultados positivos, pero su desarrollo en los centros educativos está lejos de ser mayoritario.
⋅ El trabajo preventivo con las familias es impresindible, ya que la desorientación reinante en la materia promueve más su inhibición que su compromiso educativo con la salud (“parentalidad positiva”).
⋅ Los programas preventivos mejorarían su eficacia si, además de generalizarse, se produjeran cambios socioculturales coherentes con una cultura preventiva que, sin satanizar el alcohol, dejara de promover su consumo (“prevención ambiental”).
En definitiva, hacemos gala de una llamativa doble moral. Aparentamos escandalizarnos ante situaciones graves como las intoxicaciones etílicas en adolescentes (que, obviamente, son una situación indeseable desde el punto de vista de la salud pública), pero enseguida se nos pasa. El día que dejemos de (pre)ocuparnos del asunto y pasemos a ocuparnos de él, empezaremos a ver resultados positivos.
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