Paraísos fiscales, lavado de dinero y drogas en el ‘Nuevo Mundo’ americano
La historia de los paraísos fiscales y el lavado de dinero en Latinoamérica, parece una historia romántica donde la conspiración, las alianzas entre élites de poder económico trasnacional parece no hallar racionalidad.
Fuente: blogfmi. www.elespectador.com
En un contexto pletórico de burbujas financieras, donde el tráfico ilícito de drogas y otros delitos conexos, consolidan las alianzas entre el empresariado y sectores de la “alta” política, para el blanqueo de las ganancias y la evasión de altos impuestos. Parece ser que el mundo incivilizado suele imponerse para los países de nuestra América. El TID si bien en materia jurídica es seriamente penado por las autoridades norteamericanas, desde el orden económico, financiero y comercial, son muy bien aprovechados los dividendos provenientes de ese flagelo. Digamos que cuando se sigue la ruta del dinero, puede percibirse el punto de encuentro entre los intereses de los narcotraficantes, el empresariado transnacional y los altos funcionarios políticos latinoamericanos y estadounidenses, en el lavado de dinero y la evasión de impuestos; para lo cual utilizan hábilmente los paraísos fiscales de la región y, también, del territorio de los EE.UU.
Los paraísos fiscales no son necesariamente ilegales, a pesar de que en muchos casos se les relacione con el blanqueo de dinero, la fuga de capitales o la evasión de impuestos; ciertamente se pueden obtener ventajas sin cometer ningún delito, aunque moralmente dejen mucho que desear. Existe también un problema ético aunque no deja de ser legal cuando los ciudadanos o empresas trasladan sus capitales hacia otros países en aras de evitar los altos impuestos en su país de origen.
El dinero negro puede derivarse tanto de actividades económicas ilícitas como de aquel que no se declara en hacienda, tanto para la evasión de la Justicia en términos criminales como la evasión de los altos impuestos. En este trabajo interesa destacar aquel dinero blanqueado por tráfico de drogas y otros delitos conexos. La problemática parte en este caso, cuando el individuo acumula una suma de dinero la cual no puede justificar y, por tanto, utilizar libremente para el comercio.
Desde la época de Al Capone el crimen organizado utilizada esta terminología, cuyo término de blanqueado de dinero o lavado, se originó cuando dicho Gánster adquirió una cadena e lavanderías para legitimar la procedencia de sus dinero con un negocio de segunda, el cual, evidentemente no era el fruto de sus grandes riquezas pero sí un cauce por donde legitimar algunos de sus fondos.
Actualmente es muy común la inversión el sector turístico, sobre todo en la construcción. Por ello los países o regiones con economías de servicios suelen ser muy atractivos para el lavado de dinero del crimen organizado. Sin embargo, en las listas de la OCDE nunca se reconoce este tipo de actividades en los países de primer mundo. Tal es el caso de los Estados Unidos donde existen varios Estados donde es clásico el lavado de dinero. En esta actividad, es muy llamativo el caso del Estado de la Florida, donde Miami ha cumplido un rol crucial en esta actividad por décadas. “Un estudio realizado por el Departamento de Robos de la policía de Miami, a mediados de la década del 80, indicó que de 100 billetes de un dólar analizados, 99 tenían rastros de cocaína.”
Es muy común ver como grandes capos de la droga en Colombia y México lavan sus dineros en Miami, invirtiendo en casas, hoteles y otras construcciones; contando con la complicidad de empresarios y bancos que se encargan de lavar el dinero. “Algunos opinan que los bancos miamenses irían a la ruina si dejaran de lavar dinero del mercado de drogas y que se depreciarían a niveles insospechados los precios de bienes raíces si los narcotraficantes suspendieran las compras de propiedades”.
Los paraísos fiscales suelen tipificarse por su baja tributación y el requerido secreto bancario. Debido a estas circunstancias la OCDE suele elaborar listas de paraísos fiscales, listas offshore, listas grises, o las llamadas listas españolas, que se utilizan para “desacreditar” a algunas jurisdicciones. Curiosamente en estas listas no aparecen bancos radicados en algunos Estados de la Unión que realizan similares prácticas.
Sin embargo, el sistema de listas de la OCDE, a mi consideración, crea más confusiones que soluciones ya que su sistema de confiabilidad se basa en la firma de acuerdo para intercambio de información y llegado determinado estándar internacional, es eliminado de la lista de paraísos fiscales, cuando en la práctica puede seguirlo siendo.
El fraude fiscal, que los paraísos hacen posible, afecta las políticas sociales, producto de la evasión de impuestos de la cual, se supone, salen parte de los fondos para ese tipo de medidas. Desde este punto, se puede comprender como la evasión de impuestos que alientan el lavado de dinero y los paraísos fiscales, afecta directamente a un sector tan sensible e importante de la sociedad como la clase media, tanto por su influencia política como por su estatus de paradigma de vida políticocultural y económico al interior de las sociedades, aunque esta situación no es del todo homogénea. En ese sentido, “(…) la lucha contra la austeridad presupuestaria, contra las deudas ilegítimas, evasión y fraude fiscal, contra los paraísos fiscales, es la lucha por el Estado de derechos sociales (mal denominado de bienestar). La misma lucha.”
Si nos dejamos guiar por las artimañas burocráticas en torno a los parámetros de control pudiera pensarse que las recientes reducciones de las listas de paraísos fiscales que realiza la OCDE y otras Instituciones es un tema en el que se ha obtenido éxito, pero lamentablemente los paraísos fiscales, la evasión de impuestos y el lavado de dinero son problemas que continúa vigentes.
En realidad el sistema de listas de la OCDE funge más como pantalla pública que como barrera contra la evasión de impuestos y el lavado de dinero; ensombreciendo la realidad a través de una condena pública a un hecho que evidentemente, no se resuelve aún a nivel global y mucho menos en el continente americano; sumergido en guerras fratricidas entre narcotraficantes y el gobierno norteamericano, que vienen a constituir otra prueba de la pervivencia de los fenómenos del lavado de dinero y los paraísos fiscales en una región estremecida por la oleada de violencia, con que operan los carteles de la droga.
Pero al problema no se le proyectan soluciones definitivas, ya que más allá de las noticas de crónica roja y las políticas antidrogas del imperio, existe un interés económico, financiero y comercial sobre el frondoso monto de capitales que genera dicho negocio.
Ahora bien, este ejercicio no sólo limpia el dinero del crimen organizado sino que se inserta también en el sistema monetario internacional, atrayendo a las élites de poder concentradas en los EE.UU., que buscan con estas prácticas la evasión de sus impuestos. Con esa evasión, se perjudican los programas de asistencia sociales ya que ni pagan impuestos ni cotizan a la Seguridad Social. Obviamente, evadir estas responsabilidades se transfiere en miles de millones de dólares que se mueven en el sistema económico comercial mundial, gracias al lavado de dinero y a la discrecionalidad condicionada de los paraísos fiscales o centros offshore.
La OCDE pidió la firma de doce acuerdos de intercambio de información fiscal con otros tantos países. Pero, como denuncia Juan Hernández Vigueras, el truco consiste en que los paraísos fiscales han firmado doce acuerdos con territorios sin gran relevancia o entre sí, es decir comprometiéndose cada cual en su complicidad sobre la existencia o no de evasión fiscal. De esta forma, se consolida la idea de que los paraísos fiscales constituyen el instrumento ideal de la delincuencia transnacional, necesitada de lavar sus capitales y evadir impuestos.
El dilema de las listas de la OCDE se resuelve con un ejercicio de comparación entre algunas listas. Por ejemplo si revisamos el listado de paraísos fiscales de América según la OCDE en el año 2000 figuraban: Antillas Neerlandesas, Aruba, Anguilla, Antigua y Barbuda, Las Bahamas, Barbados, Bermudas, Islas Caimanes, República de Dominica, Granada, Jamaica, Islas Malvinas, Montserrat, San Vicente y las Granadinas, Santa Lucía, Trinidad y Tobago, Islas Turks y Caicos, Islas Vírgenes Británicas, Islas Vírgenes de EE. UU., República de Panamá.
La versión del 15 de Diciembre de 2011, ha ocurrido una gran simplificación, comenzando por el caso Uruguayo. Finalmente para la OCDE Uruguay ha dejado de ser un paraíso fiscal cumpliendo con una serie de acuerdos que le posibilitan, al menos en lo formal, salir de la angustiosa lista de paraísos fiscales elaborada por esa organización. La firma de 7 nuevos acuerdos de intercambio de información, eleva el número de convenios del país sudamericano a 18, cuando los requeridos son sólo 12. Esto son seis acuerdos más de los requeridos fueron suficiente para considerar transparente sus transacciones y, por tanto, eliminarlo de la “lista gris” de la OCDE , donde Uruguay estaba en la categoría de “otros centros financieros”.
Gracias a estos requisitos burocráticos algunas de las jurisdicciones más clásicas como las Islas Vírgenes Británicas (BVI), Antigua y Barbuda, Belize, Bahamas, entre otras, fueron sacadas de la “lista gris”. De este modo, para los primeros días de 2012 sólo constituían las lista Niué y Naurú. La OCDE además también creó el llamado grupo de “otros centros financieros” el 15 de Diciembre de 2011.
Sin embargo, la inmensa mayoría de los países que abandonaron la lista posiblemente sigan manteniendo las preferencias para no residentes y el necesaria confiablidad que le asegura las comisiones, en otras palabras, continúa la pervivencia de paraísos fiscales con las condiciones propicias para el lavado de dinero y la evasión de impuestos.
La crisis mundial en contraste con el lavado de dinero y los paraísos fiscales
En el contexto de crisis global y los recortes presupuestarios que se profundizan en varios países afectan a los organismos tributarios y la lucha contra la evasión. De acuerdo a las cifras que maneja el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la ONU, se lavan anualmente más de 600 mil millones de dólares conseguidos por el delito organizado en todo el mundo y esta operación ocurre bajo la anuencia del sistema bancario legal.
La concentración del poder de los bancos es tal, que sólo 20 de los mayores bancos del mundo están a cargo del 75 por ciento de las transacciones financieras de los Estados Unidos, Francia e Inglaterra. A esta realidad debe sumársele que los EE.UU. no cuentan con un Banco Central real, sino que dicho Banco es una empresa privada formada por grandes Bancos de los Estados Unidos. Por tanto, la Reserva Federal es un ente privado, resultado de una asociación de Bancos de carácter estatal y de orientación nacional –según su acta constitutiva con interés de lucro; por lo que dicha reserva responde a los intereses de los bancos que la constituyen. Como si no bastara, los mandatos de los presidentes de la Reserva son más largos que los del presidente de los EE.UU., de modo que el presidente entrante de los Estados Unidos no elige al presidente de la Reserva Federal.
Un famoso lavador como Kenneth Rijock, conocido ahora como un muy lucrativo conferencista sobre estos temas, precisó que las razones siguen haciendo atractiva a la banca para los lavadores, son la inexistencia de un impuesto sobre la renta, ni de impuestos de sucesiones, ni sobre el beneficio empresarial, eliminándose así los controles legales de cambio bajo el supuesta confraternidad profesional del secreto.
Por estas razones los paraísos fiscales resultan cada día más difíciles de perseguir y controlar, con consecuencias cada vez más incalculables. “El secretario del Tesoro de los Estados Unidos, Larry Summers, ha señalado que las compañías supranacionales, que son unas 60 mil, junto con grandes organizaciones de auditorías y algunos bancos de inversión, vehiculizan una evasión fiscal que le está costando a su país, sólo por las actividades en los refugios fiscales, 10 mil millones de dólares al año”.
De esta forma el propio sistema está evadiendo impuestos. De hecho como la propia Reserva Federal no es un su totalidad un ente estatal, resulta muy lógico que prefieran canalizar parte de sus fondos varios bancos norteamericanos a paraísos fiscales para así obtener un interés que perderían en la Reserva Federal; de manera que no se ven obligados a depositar todo su capital en la Reserva. La incógnita sería quien desconoce este hecho y por qué no se toman medidas efectivas contra el mismo y la realidad es que todos lo saben y nadie hace nada.
La Reserva Federal es teóricamente pública, porque es como el Banco Central de los Estados Unidos; constituyendo por tanto máxima la autoridad monetaria. Ello a faculta para poder regir la política monetaria y el funcionamiento del sistema bancario estadounidense (tasas de interés, encaje legal, impresión de dinero, etc.) Sin embargo, mediante el encaje legal puede retenerse una determinada proporción de los depósitos del sistema bancario, de procedencia privada y no tiene el poder absoluto sobre su revaluación o no, debido a que el dólar como divisa internacional debe atenerse a otras condicionantes. Si le preguntáramos a al gobierno de China, por ejemplo, como máximo acreedor de ese EE.UU., tampoco le resultaría factible la devaluación del dólar.
En este contexto, la evasión de impuestos y a búsqueda de paraísos fiscales con mayores preferencias, amerita un mayor control debido a las pérdidas millonarias que puede significar para las economías “nacionales”. Para que se tenga una medida de cuanto puede perderse con la evasión de impuestos, vale la pena remitirse al período de la dictadura de Alfredo Stroessner en Paraguay. “Estimaciones formuladas tras la caída del stronismo dan cuenta que la corrupción de la dictadura le costó al país por lo menos unos 6.000 millones de dólares americanos. Dadas las dimensiones de esta enorme cifra, es fácil concluir las oportunidades de desarrollo de las que se privó miserablemente al Paraguay en términos de orientación de la inversión pública hacia la educación, la salud, la vivienda y la infraestructura de todo tipo.”
No obstante, si bien para la clase trabajadora es muy perjudicial la evasión de impuestos, para la clase alta resulta un muy lucrativo negocio aunque, paradójicamente, son ellos los que menos impuestos pagan, ya que se considera que es la clase que tiene grandes capitales y, por tanto, posibilidades de invertir. Esta situación ha sido tan discutible que uno de los mayores millonarios de los Estados Unidos ha llegado a reclamar ante el Congreso, que le cobren más impuestos. Los paraísos fiscales tienen entre otros beneficios, la posibilidad de lavar dinero de procedencia ilícita, que sólo sería posible bajo los agradables secretos bancarios que suelen conceder.
El dinero sucio puede derivarse tanto de actividades económicas ilícitas como de aquel que no se declara en hacienda, tanto para la evasión de la Justicia en términos criminales como la evasión de los altos impuestos. La problemática se origina, cuando el individuo acumula una suma de dinero la cual no puede justificar y, por tanto, utilizar libremente para el comercio.
Entre las formas de lavado de dinero está el trabajo hormiga, donde una serie de individuos se dividen diversas sumas de dinero reduciéndolas a una suma, la cual no es registrada como sospechosa y, por tanto, el dinero puede ser utilizado sin necesidad de justificar ante la Ley, debido a que esas transacciones no son registradas.
Esta gran vulnerabilidad provocó que en 1998 la ONU realizara el primer acuerdo para la lucha contra de lavado de dinero, estipulándose los principios jurídicos internacionales para la “lucha” contra este delito, entendiéndolo como un fenómeno inherente al mundo actual. “La globalización liberal requiere los “paraísos fiscales” como la familia tradicional requería los prostíbulos, como compensación equilibrante de los matrimonios indisoluble. La lectura de lo que son y de su funcionamiento habla mucho más sobre el capitalismo contemporáneo que centenas de inocuos manuales de economía y finanzas.”
Los paraísos fiscales son microterritorios o Estados con legislación fiscal floja o inexistente, que practican la recepción anónima de capitales. “Ese lavado, según el FMI, representa entre el 2 y 5% del PIB mundial. La mitad de los flujos de capitales internacionales transita o reside en los ´paraísos fiscales´, en un monto que oscila entre los seiscientos millones y mil quinientos millones de dólares sucios que circulan en esos circuitos. Para tener una idea de lo que significa ese monto, basta decir que las deudas públicas en todos los mercados internacionales llega a los cinco mil millones de dólares.” La evasión fiscal se vale de los centros llamados “offshore” o bancos extraterritoriales, que atraen a quienes buscan evadir el pago de impuestos por sus fortunas. El conjunto de actividades de los paraísos se ha convertido en parte esencial del sistema económico global.
Aunque ya ha pasado de moda hablar del neoliberalismo y sus tantas falacias, la desregulación del sistema económico, financiero y comercial se acentúa. Y como este fenómeno le viene de mil maravillas a políticos, empresarios y criminales, los requisitos que les proponen los organismos internacionales como coto son tan formales que suelen quedar en los listados, paraísos de tan poca relevancia que cuesta trabajo creer que las actividades de lavado y evasión se resumen a paraísos como el de Nauru. Sucede que, estos paraísos, son el nicho en el que concursan, desde el más sencillo político regional de algún territorio colombiano, hasta la élite política del continente, con la amañada forma en que protegen de la luz pública sus suntuosos dividendos, políticos millonarios como el presidente chileno Sebastián Piñera y el candidato republicano, de mayor competencia para Obama, el exgobernador de Massachusetts, Mitt Romney.
En un contexto de crisis, bajo un sistema monetario global, sobrecargado de la circulación de capitales, donde las monedas catalogadas como “fuertes” (euro, dólar) no tienen más referentes sino la comparación entre sí mismas o, en todo caso, su representación virtual en bits; la generalización de prácticas de lavado de dinero y evasión de impuestos, bajo la pervivencia de los paraísos fiscales, denota un panorama de inseguridad financiera, económica y comercial, que se ampara en una inseguridad jurídica; toda vez que los mecanismos internacionales creados para su control, pecan de ineficacia, cuando se simplifican las listas de la OCDE en un momento crisis sistémica y efervescencia del narcotráfico en Latinoamérica.
La economía internacional entre el negocio de las drogas y lavado de dinero
Una de las grandes incógnitas es la cantidad de dinero generado anualmente por el tráfico ilícito de drogas (TID). El negocio del TID, es el segundo en movimiento de capitales del mundo después del petróleo, por las ganancias extraordinarias que provee. Según la ONUDC su comercialización genera alrededor de 320 000 millones de dólares anuales, con un mercado que anda por los 200 millones de consumidores a nivel global. Esta economía genera “(…) 300,000 empleos para campesinos de los Andes sudamericanos que participan como proveedores de materia prima: coca (200,000 has), amapola (1,500 has) y marihuana (no menos de 1,000 has), que proveen para los mercados regionales internacionales.”
Como los datos de la ONUDC y otras instituciones resultan demasiado oficiales como para reflejar toda la realidad, resulta muy conveniente compararlos con las cifras que maneja Daniel Estulin en uno de sus libros sobre el Club de Bilderberg para conocer, a consideración de “(…) un experto en lavado de dinero que ostenta un alto cargo en la agencia del gobierno estadounidense encargada de vigilar las transacciones internacionales de capital me dijo una vez (a Estulin) que ´en números redondos debe tratarse de una suma de unos 590 mil millones de euros anuales libres de impuestos´”.
Las cifras varían entre 320 mil millones y 700 mil millones, en dependencia de las agencias e Instituciones que se consulten, lo cierto es que todos manejan cifras multimillonarias las cuales, obviamente, no entrarían en el sistema monetario internacional sin el concurso de los políticos y empresarios de mayor influencia global. Atendiendo a esa realidad nos podemos percatar que el dinero proveniente del TID desempeña un rol crucial en el sistema bancario y monetario internacional, pues, como afirmara el ex agente de la LAPD Michael C. Ruppert, de allí provienen los papeles con que se realizan los “(…) ´pagos mensuales mínimos de las grandes acciones y de las burbujas de derivados y de inversiones en Estados Unidos y Gran Bretaña´ (…). En 2000, Le Monde Diplomatique estimó el total anual generado por el narcotráfico en unos 420 mil millones de euros.”
Pero aún más alarmante resulta la consideración de Caterine Austin Fitts editora de From The Wilderness quien afirmó “(…) que esos 590.000 millones de euros generarían transacciones económicas seis veces mayores que ese valor para blanquear el dinero, de modo que el impacto real del negocio de las drogas en las finanzas internacionales se convertiría en transacciones por valor de 3 billones y medio de euros.”
Estas cifras millonarias generadas por el TID, interactúan con el sistema comercial mundial, inyectándolo de papeles o bits, como puntualiza el profesor Casals; apoyando la especulación financiera y la lógica del capital con la concentración tanto de las riquezas como de su apropiación. En ese sentido, la mafia actual sigue la lógica de antaño, aquella que comprende la sinergia del sistema, se adecúa y participa en el mismo, no como su contraparte sino como su soporte ilegal. Por ello vale la pena recordar la famosa frase del gánster Al Capone al acusársele por evasión de impuestos: “Esto es absurdo. ¡Ustedes no pueden cobrar impuestos sobre ingresos ilegales!”
Imaginemos entonces como se traducen estos fondos en las bolsas de valores. Entendiendo que en las bolsas se negocian acciones, participación en las ganancias, en la rentabilidad de una empresa, determinada por las utilidades que reparte dicha empresa. El llamado Carry Trade o diferencial de rentabilidad esperada se alimenta de liquidez, proveniente del balance de las empresas, la reserva de los bancos centrales y los sospechosos grupos de capital privado. En este sentido, los dineros que están en los bancos centrales también están en movimiento, entendiendo la concepción del capital como dinero que genera dinero.
Conjugando esta realidad con la participación del dinero proveniente del TID, se comprende mejor, como el “(…) valor de las acciones de las empresas que cotizan en Wall Street se basa en beneficios netos anuales. El sistema conocido como bonos de beneficio, hace que éstos se reflejen en el valor de la empresa cotizada en bolsa multiplicado hasta por 30. Para empresas como Chase Manhattan Bank (…) tener unos 10 millones de euros en Beneficios netos adicionales derivados del tráfico de drogas le supondría un incremento neto en el valor de sus acciones en bolsa de hasta 300 millones de euros.”
Otra de las complejidades de las operaciones de lavado de dinero y los paraísos fiscales en el sistema económico comercial actual, es la presencia de una plusvalía virtual a partir de una ganancia virtual, que se produce en la esfera de la circulación y no, como reflejaran los clásicos, aquella plusvalía real originando riqueza desde la producción. Aparecen los derivados financieros dada la ausencia de una plusvalía real. Esta llamada plusvalía virtual –como afirma el profesor Jorge Casals Llano se produce esencialmente en la esfera de la circulación y es precisamente en esa esfera donde entran en juego los dividendos obtenidos por el negocio ilícito de las drogas y otros delitos conexos, por su necesidad de ser lavados para poder entrar en circulación.
Definitivamente los bancos norteamericanos y, más que los bancos, la élite empresarial, “apuesta” con el dinero de todos, beneficiándose en todo este proceso del lavado de dinero procedente del crimen organizado, particularmente el relacionado con el TID.
En este complejo entramado entran en acción, como otro de los elementos perjudiciales que suelen dirigirse a los paraísos fiscales, los llamados Capital Golondrina, caracterizados así por la inestabilidad de la permanencia del capital en un lugar. Este consiste en depósitos de capital efímeros, es decir que se condicionan a corto plazo y con rendimientos muy variables, otorgándole mayores posibilidades de movilidad. Este capital concurre hacia los países o regiones donde pueden obtener mayores ganancias, de forma coyuntural, para luego dirigirse hacia otros que le ofrezcan mejores condiciones. De esta manera se aseguran el no comprometimiento con el destino de los países donde han hecho depósitos ni con las consecuencias que acarrea para los mismos, las características de sus actividades.
En este sentido, los capitales golondrinas pudieran comprenderse como una de las tantas expresiones negativas de la globalización neoliberal de la economía. Con ello nos percatamos de otra de las falacias de ver dogmáticamente correcto, aspectos como la inversión extranjera, las cuales sin condicionamientos ni regulaciones financieras y jurídicas que protejan a los países donde se realizan, pudieran beneficiar los intereses privados sobre el interés nacional, lo que agudizaría las relaciones de dependencia y dominación históricamente ancladas en la relación de los EE.UU. con América Latina y el Caribe.
Por otra parte, los capitales golondrinas depositados de manera coyuntural y condicionada, pueden producir una peligrosa revaluación en la moneda local; perjudicando las condiciones de vida de los lugares donde hacen depósitos, unido a inversiones extrajeras que lejos de ir a la economía real, al sector productivo, van hacia la obtención de grandes ganancias, durante el período en que los paraísos fiscales le ofrezcan mayores posibilidades de evasión fiscal y otros nichos de ganancias, para luego trasladarse hacia otros lugares donde las ventajas comparativas que persiguen sean mayores; dejando perjudicada a las economías de los países donde habían hecho depósitos.
Los capitales golondrinas, a su vez, pueden producir un aparente fortalecimiento de las monedas locales, producto de la abundancia de capital que pueden mostrar coyunturalmente. Por ello, el empleo regulaciones financieras y jurídicas más estrictas, resulta una necesidad para dar mayor estabilidad a estas economías y no exponerlas acríticamente este tipo de actividades e inversiones de capitales, que están muy lejos proveer un desarrollo sostenible para los países latinoamericanos y caribeños donde se desarrollan este tipo de actividades.
La desenfrenada emisión de papel se “respalda” en activos y por bancos que tienen fiducia, en otras palabras, confianza de que van a pagar. La compra de activos por el Banco Central suele traducirse en un aumento de la demanda interna, así como la venta de activos en su disminución. En los Estados Unidos, donde un ente privado hace de Reserva Federal, el financiamiento de la deuda pública Federal realizada por otros países (y actores) asciende a 14 billones de dólares. Por tanto, un incremento de la oferta monetaria reporta un efecto expansivo sobre la economía.
En este análisis no debe perderse de vista que el dólar como divisa internacional, produce un descontrol en la medida en que los Estados que la asumen, pierden una determinación sobre la moneda, por lo que el precio de dicha divisa se “determina”, además de por la relación entre oferta y demanda, por la rentabilidad esperada. La existencia de una desregulación del sistema financiero internacional acentúa todas estas problemáticas.
En el precio del dólar (tasa de cambio) o el precio del dinero (tasa de interés), influyen múltiples factores, pero en general los mecanismos son de mercado, por tanto de oferta y demanda, aunque hay instrumentos que puede manipular el banco central (Reserva Federal) para influir sobre ellos como son la tasa de interés y la emisión monetaria.
El lavado de dinero contribuye a la inflación cuando hay exceso de liquidez (exceso de dinero en circulación). Cuando hay exceso de dinero en circulación se contribuye a la inflación, porque indica que hay una mayor demanda de bienes y servicios y no tiene un correlato en la oferta de estos, lo que puede producir un repentino incremento de los precios, debido a que la oferta no cubre la demanda.
El exceso de moneda en circulación, hinchada también por los dividendos provenientes del lucrativo negocio del lavado de dinero, contribuye también a la inflación, (exceso de liquidez). Ello debe verse aparejado a que, por lo general, cuando
los bancos bajan la tasa de interés inyectan dinero en circulación, traduciéndose en una política monetaria expansiva. Para ello hay múltiples mecanismos, que pueden ir desde subir directamente la tasa de interés, imprimir más dinero o reducir el encaje legal.
Una de las falacias sobre el lavado de dinero y el TID, consiste comprender estas actividades como la solución divina para el desarrollo repentino de las economías de Latinoamérica y el Caribe. El mito se derrumba cuando nos percatamos de que la mayor parte del dinero proveniente del crimen organizado transnacional que operan en la región suele dirigirse hacia los Estados Unidos; alentados por la aspiración del american way of life, inspirados en una concepción del buen vivir que está más enfocado hacia la pacha Miami que a la pacha mama.
Los Estados Unidos como país que concentra las riquezas de los narcos, ya no sólo como paradigma cultural, sino que también sus bancos y sucursales son reconocidos por el crimen organizado como un buen destino para sus dividendos. Es allí donde se concentra parte importante de las riquezas extraídas de Latinoamérica, reproduciéndose la lógica de dependencia y dominación que precede la romántica relación entre el norte y el sur americano. “Se estima que solo en Estados Unidos las ganancias que arrojan estos delitos ascienden alrededor de US$275.000 millones, excluida la evasión fiscal.”
De esta forma, los Estados Unidos de Norteamérica y en particular, el sur de la Florida, resulta especialmente atractivo para que el crimen organizado gaste sus ganancias en una economía de servicios, que se adecúa perfectamente a los intereses de lavado e inversión de estos sectores.
De estas “ganancias”, lo que llega a las economías latinoamericanas es un muy deprimido por ciento el cual, no obstante, logra atraer a amplios sectores rurales y urbanos que participan en algunas fases del negocio por pequeñas comisiones, ante la difícil situación socioeconómica que viven estos países.
La concepción del Estado nacional en su versión primigenia se va perdiendo en cuanto a interés económico. Las ganancias de los negocios ilícitos de la droga y otros delitos conexos fluyen de toda Latinoamérica y el Caribe hacia los EE.UU.; corriendo a favor de los intereses del gran capital transnacional. “Si tiempos hubo en la historia en los cuales el estado regulador, mediante su intervención, podía paliar los ´efectos no deseados´ del ´libre juego´ de la oferta y la demanda en los mercados, hoy no existe estado en el mundo que pueda ´regular´ la actuación de las grandes empresas transnacionales, algunas de ellas con mayor fuerza económica que continentes enteros.”
Los países latinoamericanos dependientes tras siglos coloniaje y deformación estructural de sus economías; distraídos ideológicamente por la influencia de la hegemonía cultural estadounidense, suelen reconocer como alternativa contra la crisis actual, la “atractiva” triada del negocio de las drogas, el lavado de dinero y los paraísos fiscales. Sin embrago, si se realiza un análisis profundo sobre estos fenómenos no hacen más que diluir a la región entre la narcoeconomía y la dominación perpetua del imperio estadounidense, está vez a través de un negocio al cual concurren, extrayendo los mayores beneficios para el sostenimiento del sistema capitalista global, limpiando los grandes volúmenes de dinero sucio, para el sostenimiento de las falacias del sistema capital mundial.
De manera general, el lavado de dinero aumenta y el incremento de las incautaciones de drogas de algunos países de Latinoamérica no hace más que evidenciar la perpetuidad del negocio.
El “narcotráfico” amenaza la estabilidad de la región, por su relativa funcionalidad para fungir como colchón de los países más pobres, sobre los efectos de la crisis económica global, representando un por ciento considerable del PNB, así como por las fuentes de empleo que genera. De igual forma, ha sido acogido por empresarios en declive para recapitalizar sus finanzas.
Por otra parte, las economías latinoamericanas desmoralizadas ante el auge de prácticas ilegales de comercio, acuden a un proceso enajenante, reconociéndose ya no sólo desde el norte sino también en el sur, la presencia de fenómenos morbosos –al decir de Gramsci en una época de crisis del sistema mundial. Por ello, independientemente de las teorías de Francis Fukuyama en su dilema del fin o, más recientemente, el futuro de la historia, lo que ciertamente estamos presenciando no es una época de cambios sino un cambio de época, donde la homogeneidad y el unipolarismo han dado paso a sistemas más complejos que no se pueden comprender sin la consideración de todos los actores que confluyen en él.
Resulta entonces, el análisis del lavado de dinero, los paraísos fiscales y el negocio de las drogas, procesos estrechamente relacionados que ganan espacio, dentro de ese gran sistema económico, comercial y financiero a nivel mundial.
Este proceso desmoralizador comienza por la economía pero se expande al espectro político, social y cultural de un mundo globalizado y, aunque ya no esté muy de moda, reformado bajo la tutela teórica del neoliberalismo, en una crisis multidimensional de la cual el sistema capitalista no acaba de hallar salida y acude para su permanencia, a fenómenos morbosos como el crimen organizado trasnacional asociado al delito de TID, el lavado de dinero y los paraísos fiscales en el “nuevo mundo”.
No por gusto Galeano expresó en su paradigmática obra Las Venas abiertas de América Latina: “La economía mundial es la más eficiente expresión del crimen organizado”. Evidentemente esta idea no sólo continúa vigente sino que se acentúa en nuestra realidad. Cuando las economías latinoamericanas se ven más dependientes del sistema económico global y las crisis originadas por los Estados Unidos y otras potencias occidentales, suelen hacerse sentir más en los países del llamado Tercer Mundo; vale la pena acercarse al mundillo los paraísos fiscales y seguir a la usanza de Walter Martínez la ruta del dinero, que casi siempre ayuda a dilucidar mejor quienes son los autores intelectuales de lo que sucede hoy con el crimen organizado trasnacional, el lavado de dinero y los paraísos fiscales, que tanto corroe al “nuevo mundo” americano.
Conclusiones:
Los paraísos fiscales, el lavado de dinero y el alto tráfico ilícito de drogas existente en el continente denotan, en el actual contexto de crisis económica global:
Fracaso del sistema de regulación financiera.
Expresión de la crisis sistémica y multidimensional del sistema capitalista neoliberal.
Otra manifestación de la crisis de la hegemonía de Estados Unidos sobre Latinoamérica.
Denota la crisis de credibilidad de los EE.UU. en un contexto donde la Internet, las nuevas tecnología y las redes sociales on line, dan mayor libertad de información.
Vulnerabilidad institucional de los organismos internacionales, al permitirse los grandes montos de blanqueo de capitales del crimen organizado trasnacional, así como un alto índice de evasión de impuestos.
La existencia e internacionalización de problemas de seguridad como el tráfico ilícito de drogas, los paraísos fiscales y el consecuente lavado de dinero, es inyectado por los Estados Unidos y, a la vez, reporta enormes beneficios la lucha contra estos males como pretexto para otras guerras imperiales que alimenten su insaciable Complejo Militar Industrial.
La pervivencia de los problemas asociados al lavado de dinero y los paraísos fiscales pudiera reconocerse como el cáncer del sistema capitalista imperial que necesita del crimen organizado trasnacional para mantener las burbujas financieras y los estrepitosos índices de movimiento de capitales sólo respaldados, que sólo son posibles de respaldar por la criminalidad internacional y su poder para emitir papeles y bits, en eurodólares.
El fraude fiscal, que los paraísos hacen posible, afecta las políticas sociales, producto de la evasión de impuestos de la cual, se supone, salen parte de los fondos para ese tipo de medidas.
El lavado de dinero y los paraísos fiscales, afecta directamente a un sector tan sensible e importante de la sociedad como la clase media.
El sistema de listas de la OCDE funge más como pantalla pública que como barrera contra la evasión de impuestos y el lavado de dinero.
Más allá de las noticas de crónica roja y las políticas antidrogas del imperio, existe un interés económico, financiero y comercial sobre el frondoso monto de capitales que genera dicho negocio.
En el contexto de crisis global, cuando los recortes presupuestarios se profundizan en varios países, se afectan a los organismos tributarios y la lucha contra la evasión.
Los bancos norteamericanos se benefician en todo este proceso del lavado de dinero procedente del crimen organizado, particularmente el relacionado con el TID.
Escenarios más probables:
En los países con mayores actividades de TID y otros delitos conexos, la corrupción vulnera al sector bancario, en busca de medios para lavar dinero, con la participación de funcionarios de entidades públicas o privadas. Ello agudizará la relación existente entre la corrupción y el TID, la cual no es exclusiva de los países pobres.
La guerra de los cárteles en la lucha contra el gobierno, supera la capacidad de algunas instituciones, de los países subdesarrollados para enfrentar este fenómeno, lo que justificará la penetración de las fuerzas de las potencias occidentales y de los contratistas a su servicio.
La corrupción será alentada por las ganancias del TID, lo cual posibilitará la influencia política de los cárteles, en tanto logren corromper a funcionarios políticos o ubicar algunas de sus figuras en los estamentos gubernamentales.
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