Prevención y Rehabilitación del Consumo de Drogas y Alcohol en Chile
Fuente: www.lasdrogas.info. Marta Saiz.
Entrevista a Carolina Bruce, jefa del Área de Prevención del Servicio Nacional para la Prevención y Rehabilitación del Consumo de Drogas y Alcohol en Chile (SENDA)
Desde que Carolina Bruce entró a trabajar en SENDA han pasado más de 20 años. Comenzó en la institución como practicante universitaria de psicología, donde se apasionó por las políticas públicas en tema de drogas. Su primera experiencia en la institución estuvo vinculada a la conformación de oficinas comunales y regionales. Tras 10 años trabajando en el desarrollo de políticas locales de prevención, colaborando en el diseño de todos los programas, actualmente ejerce la jefatura de esta área. En el edificio donde están ubicadas las oficinas de SENDA, frente al Palacio de la Moneda, sus compañeros le dicen que no hay nadie que conozca mejor la institución, y para Bruce es un orgullo haber podido participar en cómo se han hecho las políticas públicas sobre drogas en Chile durante los últimos 20 años. Porque uno de los principales aprendizajes que el equipo ha adquirido –resalta Bruce– es que la política pública debe necesariamente trascender a los gobiernos, permitiendo a los y las expertas técnicas mantener su estabilidad más allá del color del gobierno de turno.
Pregunta. ¿Cuál es el contexto del trabajo de prevención en Chile?
Respuesta. A inicios de los años 90 se conformó el Consejo Nacional, que en esa época se llamaba para el control de estupefacientes. En el año 1994 empezó a desarrollarse el primer plan y ahí comenzamos a hacer los primeros estudios epidemiológicos sobre el tema. Para el año 2011-2012 se logró tener un presupuesto propio, una dotación ya radicada en la estructura del Estado. Y actualmente lo que tenemos son programas informados en evidencia, eso quiere decir que hacemos nuestros propios diseños. Todos los programas que tenemos ahora en implementación son estrategias que están en el ámbito de la parentalidad y en el escolar en todo el ciclo, desde parvulario hasta educación media, aunque ya estamos viendo como trabajamos con estudiantes de educación superior. En cuanto a la dimensión laboral, tenemos programas para trabajar con grandes, medianas y pequeñas empresas. Y también hacemos prevención comunitaria en barrios. Todo ello con estrategias diferenciadas y gracias a que más de la mitad de las personas que conforman el equipo técnico de SENDA llevan más de 10 años trabajando en la institución, lo que ha permitido la continuidad y efectividad de todos estos programas. Lo que hemos tratado de hacer es mantener una cierta estabilidad de los programas preventivos, a propósito de que la prevención tiene ese lado menos visible de resultados. Por ejemplo, cuando decimos que trabajamos desde la educación parvularia explicamos que, si bien a niños y niñas de cuatro o cinco años no les hablamos de sustancias, sí les enseñamos cómo cuidar de su cuerpo y reconocer sus sentimientos. De esta manera, comienzan a expresar lo que les ocurre y aprenden a desarrollar competencias que les ayudarán en sus decisiones futuras sobre consumir ciertas sustancias. Y por eso también hacemos esta apuesta tan fuerte de poder trabajar en distintos espacios con la instalación del concepto de parentalidad social, entendiendo que todas las personas adultas tenemos una responsabilidad respecto de nuestros niños, niñas y adolescentes, tengamos una relación filial con ellos o no. Lo que buscamos es desarrollar comunidades más saludables y que los territorios puedan generar sus procesos autónomos de prevención. Desde esta institución no venimos a enseñarle a nadie como tiene que hacer la prevención, sino que facilitamos los procesos, ya que hay distintos factores que inciden en el consumo de sustancias, como los determinantes sociales de la salud o la falta de acceso a servicios básicos.
P. En el área de prevención, ¿se trabaja de manera integral con otros ministerios?
R. Desde los años 90 ha sido un trabajo interministerial. Además, durante este mes de julio se creó un Comité Interministerial de trabajo en el que hay seis ministerios implicados: Interior, que es donde estamos radicados, Salud, Educación, Desarrollo Social, Justicia y Trabajo. Con todos ellos estamos trabajando en la elaboración de un plan que dé cuenta de la acción coordinada del Estado para poder gestionar y facilitar mejores procesos de prevención, tratamiento e inclusión social. Esta labor no siempre es fácil, porque en poblaciones de mayor vulnerabilidad en cuanto a los temas de salud pública, los establecimientos ocasionales educativos tienen que resolver primero cuestiones tan básicas como las mejoras de la infraestructura.
P. Chile es un país con una alta diversidad de realidades, donde –como comenta– en muchos lugares hay que garantizar primero el acceso a unos derechos básicos. ¿Supone esto una dificultad añadida a la hora del trabajo en prevención?
R. Desde hace un par de años estamos ante un proceso de reforma educativa, que está dificultada por varios elementos como la reforma constitucional. Pero sí se ha trabajado desde el Ministerio de Educación en una reforma para apoyar procesos y trayectorias educativas, más que trayectorias académicas, y eso nos facilita mucho. Al entender la formación de un niño, niña o joven desde una lógica no academicista y desde la formación de un ser social íntegro, esto facilita la entrada a cuestiones normativas que nos permiten trabajar la prevención. Ahí hemos ido desarrollando un material con el que las personas docentes puedan cumplir con los objetivos que tiene el ministerio, y además estar en relación con la prevención. Este trabajo no es tan rápido en Chile, pues de los casi 12.000 establecimientos educacionales, SENDA tiene presencia en 1.300. De la misma manera, tenemos establecimientos educacionales donde hay que abordar de otra manera y con una mayor coordinación con el Ministerio de Educación, pero hoy estamos trabajando para ver cómo vamos resolviendo estas dificultades estructurales que existen, y que van a seguir existiendo al menos un tiempo más. Los cambios que requieren un mayor equilibrio y equidad en las sociedades no son fáciles.
P. ¿Qué es el Programa Continuo Preventivo y cómo está funcionando?
R. El Programa Continuo Preventivo es una estrategia de prevención universal del consumo de alcohol y otras drogas para estudiantes de todo el ciclo escolar, que busca desarrollar competencias para fortalecer los factores protectores y disminuir los de riesgo asociados al uso de sustancias. Este programa tiene una larga data, ya que los primeros intentos de trabajar con estudiantes de educación parvularia, básica y media se dieron en el año 1998. Ahí se estableció una alianza con el Ministerio de Educación, donde el objetivo siempre ha sido trabajar los factores protectores respecto al consumo de sustancias con estudiantes en el aula y con las personas docentes como principales facilitadoras de estos procesos. Cada seis o siete años se hace una revisión completa y ahí realizamos las actualizaciones o mejoras que se requieran. La última mejora se hizo en 2021. Hasta el 2020 entregábamos un material físico de trabajo para los estudiantes, pero vino la pandemia y todo cambió, así que los equipos pusieron toda su disposición y creatividad para desarrollar una estrategia que fuera 100% online. Las competencias que trabaja el programa están divididas por ciclos educativos y en diferentes niveles: entrega de información y reconocimiento de los factores protectores en la vida diaria, actitudinal de cómo se incorpora esa información, y comportamental de cómo se lleva a la práctica toda esa información. De ahí, creamos 57 módulos de trabajo online donde todo el material está diseñado con una perspectiva intercultural, inclusiva y traducido a las cuatro lenguas de los pueblos originarios. Lo positivo de tener toda esta información online es que nos permite tener las evaluaciones antes y después. Además, los módulos tienen una capacitación que realizan las más de mil personas profesionales que se encuentran en 241 de las 346 comunas que tiene el país. Este programa se puso en marcha en agosto del año pasado y la implementación del piloto en unos 200 establecimientos fue bastante bien: más del 60% de los cursos con los que se trabajó presentó cambios después de la implementación de los módulos. Es verdad que al inicio había algunas resistencias a trabajar de manera online, pero luego nos comentaron que era muy fácil y que realmente vieron cambios en el alumnado. Y lo más importante es que los y las estudiantes reportaron que se quedaron conversando de los temas que propone el continuo y que les parecía interesante que en los módulos no se hablase de drogas, pero sí de la diversidad, la importancia de tolerar a otras personas, el reconocer qué es lo que nos ocurre y lo esencial que es manifestar nuestros sentimientos. Este año estamos con la implementación en más de mil establecimientos y, hasta el corte del mes de julio, alrededor de 70.000 estudiantes ya habían implementado al menos los tres módulos básicos. También hemos diseñado un aplicativo offline para aquellos establecimientos con dificultades de conexión a internet.
P. ¿Han encontrado algún tipo de reticencia al trabajar estos temas de prevención con menores?
R. Aquí tenemos una claridad bien explícita y es que cuando hablamos de niños, niñas y adolescentes es absolutamente claro que estamos hablando de cero consumos. Cualquier consumo en menores es de riesgo. Trabajamos con varios enfoques: derechos, ciclo vital, interculturalidad, y cuando trabajas desde el enfoque de ciclo vital sabes perfectamente que si a un adolescente le dices que no, lo más probable es que ese adolescente, al no tener completa su estructura biológica y de construcción social, va a querer probar aquello prohibido. Entonces fundamentamos teóricamente el poder trabajar desde otro lugar, en el que puedan reconocer cuáles son las situaciones de riesgo y enfrentarlas. Partimos de esa base de que siempre van a estar expuestos al riesgo, por lo que hay que facilitar abrirles los panoramas decisionales, para que puedan gestionar ese riesgo y cuidar de su propia salud. Por eso trabajamos desde edades tan tempranas, intentando generar culturas preventivas incompatibles con el consumo de sustancias.
P. ¿Se lleva a cabo algún tipo de capacitación en este aspecto con madres, padres o personas adultas responsables de menores?
R. Sí. De hecho, siempre ponemos como referencia que todo niño y niña tiene algún adulto al que recurrir. El proceso de desarrollo tiene que estar acompañado por el mundo adulto. Y es una concepción que también es importantísima, porque el consumo de sustancias no es una decisión individual, sino que tiene que ver con las relaciones que establecen las personas, con los contextos donde se desenvuelven. El consumo de sustancias se produce en todos los niveles socioeconómicos, lo que pasa es que en algunos se vulnerabiliza más que en otros. Lo que decimos desde SENDA es que toda persona menor de edad debe tener algún adulto de referencia. A veces puede ser que los padres o madres no estén en las condiciones suficientes para entregarle todos los cuidados a esos niños, pero va a haber algún docente o profesional de un servicio psicosocial que pueda generar esas redes de apoyo. Por ello trabajamos en distintos espacios con la articulación de redes intersectoriales y barriales. Y en los mismos centros educacionales también tenemos otro programa complementario para personas adultas que están a cargo de niños y niñas.
P. ¿Diría que el Continuo Preventivo es un programa pionero en la región?
R. Por lo que hemos visto, hay algunas experiencias similares en Australia, Canadá o México. Pero no exactamente como la nuestra, que se proponga trabajar durante 12 años de manera continua con estudiantes desde los 4 a los 17 años.
P. ¿Qué otros programas de prevención tienen en funcionamiento actualmente?
R. Tenemos un programa de prevención selectiva para establecimientos educacionales, donde trabajamos con adolescentes desde los 12 a los 17 años, identificando los riesgos más particulares respecto al consumo y realizando planes de trabajo grupales o individuales. Específicamente, no tenemos programas enfocados para mujeres, aunque en la práctica en el programa de parentalidad un 80% son mujeres, debido al rol que todavía tenemos de los cuidados. Lo que sí hacemos es transversalizar el enfoque de género en todos nuestros programas. En cuanto a las comunidades de la diversidad sexual y de género, sí que entrarían en los trabajos de prevención selectiva, ya que todavía en Chile –más de lo que quisiéramos–, pertenecer al colectivo LGTBIQ+ es un factor de riesgo.
P. ¿Utilizan campañas de prevención de mayor impacto visual para públicos más adultos?
R. Claro, ahí depende del público con el que estemos trabajando. En general, el mensaje de impacto tiene poca resonancia en el público adolescente, ya que su capacidad de planificación a futuro no está desarrollada todavía. Como en otros países, tenemos la ley de regulación del tabaco con imágenes que reflejan las consecuencias de fumar impresas en las cajetillas. La regulación del tabaco, que también prohíbe fumar en muchos lugares y regula la publicidad, es una norma de prevención ambiental que ha tenido muy buenos resultados. Y estamos con una normativa también en ley del alcohol que costó mucho sacar porque Chile es un país que tiene mucha producción vitivinícola. En este aspecto, vimos muy importante explicar por qué era necesario que los establecimientos pidieran a todo el mundo la identificación al comprar alcohol: para generar conciencia de que no se pueden vender bebidas alcohólicas a menores de edad, ya que es responsabilidad de las personas adultas cuidar a nuestros niños, niñas y adolescentes.
P. Para finalizar, ¿qué retos se presentan en el área de prevención de cara al futuro?
R. Hay tres grandes desafíos en el área. Primero, nivelar conceptualmente lo que se entiende por hacer prevención en Chile. Cuando decimos que tenemos presencia en 241 comunas, eso no significa que SENDA contrate 241 equipos, sino que el trabajo se realiza en alianza con los municipios. Se hace un convenio de colaboración y se traspasan los recursos, entonces hay que lidiar con el municipio y con la autoridad local para poder contratar a los profesionales idóneos para poder hacer los procesos de capacitación. El problema es que no es rentable trabajar a nivel comunal y tenemos una alta rotación de profesionales. En segundo lugar, hay que homogeneizar y nivelar los conocimientos, para que cuando se trabaje a nivel interministerial todas las instituciones tengan definiciones comunes conceptuales. Tenemos que retomar todo el trabajo intersectorial, que en los últimos cuatro años se dejó muy de lado, y retomar las alianzas; así como hacer todo un sistema de reportabilidad y de registro que nos permita atender las necesidades de las personas y no las de los servicios. El último reto sería generar datos nacionales que nos permitan argumentar la situación de la prevención en Chile, que podamos hacer alianza con la academia para diseñar una evaluación de impacto. Esto no es fácil, hay que ser cuidadosos, porque estamos hablando de una política de Estado. Pero la trayectoria de la prevención en Chile ya está en un nivel para tener evaluaciones de impacto.
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