Saber qué consumo
“La salud pública debe estar en el centro de una política de drogas”, afirmó Alejandro Gaviria en la sesión de Naciones Unidas sobre drogas.
Fuente: Mauricio Rubio. www.elespectador.com
No se refería a los efectos nocivos del glifosato en la erradicación de cultivos sino a los usuarios intensivos de drogas. “La dependencia es un problema de salud pública, crónica y de naturaleza multicausal”. Tiene toda la razón. Pero también es indispensable pensar en términos de salud y reducción del daño para los usos recreativos, para el consumo social y ocasional de drogas como diversión; la represión definitivamente no ha servido para disuadir, podría ser al contrario.
En julio de 2013, en Oxford, murió súbitamente por una sobredosis de éxtasis Martha Cockburn, de sólo 15 años. “Ella quería divertirse, no morirse” dice inconsolable quien ahora se presenta como una “madre no practicante”: era su única hija. El cuerpo de la adolescente hubiera soportado 70 a 80 miligramos, pero sin saberlo se tragó seis veces eso. Un vendedor de 17 años, por error, le dio droga pura. Intriga saber si los represores piensan que el sacrificio de Martha valió la pena, si servirá para que otras quinceañeras vivan mejor.
Parece increíble que prácticamente todos los productos o sustancias susceptibles de causar daño, desde tabaco, alcohol y productos farmacéuticos hasta juguetes infantiles, pasando por alimentos empacados, tengan advertencias y se hagan costosos esfuerzos regulatorios para informarle a quien consume lo que ingiere. Sólo las drogas enfrentan una prohibición absoluta y, precisamente por eso, la gente las usa totalmente a ciegas. Encima, no pagan impuestos.
Cada año se celebra en Berlín un festival a favor de la legalización de la marihuana. Frank Tempel, curioso participante, ex agente alemán de la brigada antinarcóticos, ahora trabajador social, arenga indignado desde una tarima. Le parece un despropósito que la policía, sin la formación ni las aptitudes necesarias, sea la encargada de lidiar con el consumo, ligero o pesado, de drogas. También considera lamentable que no se aplique el mismo modelo preventivo del alcohol: la información fiable. Gracias al dato sobre contenido etílico de cualquier licor, una persona puede ajustar su consumo a las circunstancias. Si sólo quiere relajarse y charlar, se tomará un par de cervezas; para emborracharse optará por algo más fuerte, como aguardiente, ron o vodka. Si después tiene que conducir sabrá exactamente cuánto puede beber. Sería absurdo que al comprar una cerveza a veces le dieran un brebaje con 50% de alcohol.
Con la marihuana y otras drogas de uso ocasional la ignorancia es total. Por tratarse de sustancias prohibidas, nadie sabe nunca lo que consume, ni la concentración, ni la calidad. El principal peligro de las drogas, incluso una tan inocua como la marihuana, es su ilegalidad: el usuario está totalmente desprotegido y a merced de los caprichos de quien las suministra. “El dealer pone un producto en el mercado y el consumidor no sabe lo que compra. En un entorno legal, podría informarse y protegerse”, remata Temple. Es lo que no pudo hcer Martha Cockburn.
David Nutt, farmacólogo británico, critica la prohibición de las drogas por ser “tanto moral como intelectualmente deficiente”. No tiene ningún sentido prohibir muchas sustancias cuando se permiten el tabaco y el alcohol, con consumo estimulado por la publicidad. Se sabe que ambos causan adicción y muchísimo daño. Comparado con los estragos del alcohol –millones de muertes anuales en accidentes y distintos tipos de violencia, además de enfermedades- el impacto de otras drogas es casi irrelevante. La segunda objeción de Nutt es que no se tiene ni idea de las razones que llevan a la gente, especialmente a jóvenes como Martha, a consumir drogas. El cuento de que se trata de una falla de autocontrol, una especie de pecado, que conducirá a la adicción, dice Nutts, está mandado a recoger. Se sabe que la prohibición no sirve y hasta se puede sospechar que hace parte del atractivo para jóvenes transgresores.
Cada vez se acepta más el uso medicinal de ciertas drogas para disminuír el dolor. Nutt sostiene que mientras siga vetado del debate el motivo recreacional, la búsqueda de placer tal vez mezclada con rebeldía, no se podrá tener un diagnóstico adecuado del consumo, indispensable para reducir sus efectos nocivos, mejorar la salud y el bienestar de la gente, y ahorrarse muertes como la de Martha.
Sin comentarios