Slamming
Fuente: www.lasdrogas.info. Percy Fernández Dávila.
Slamming: el uso inyectado de drogas entre hombres gais, bisexuales y otros HSH, una práctica en aumento y una necesidad urgente de implementar medidas de reducción de riesgos y daños.
En la última década se ha venido observando, sobre todo, en muchos países de altos ingresos, un incremento en el consumo de drogas con fines sexuales entre hombres gais, bisexuales y otros hombres que tienen sexo con hombres (GBHSH). En estos países, esta práctica es nombrada como ChemSex, Party and Play (PnP) o Horny and High (HH), aunque en España los hombres GBHSH utilizan los términos sesión, morbo, vicio, colocón, chillout/chill, fiesta, etc. para referirse a ella. El ChemSex es entendido como el uso intencionado de drogas para tener relaciones sexuales por un período largo de tiempo (desde varias horas hasta varios días) con el propósito de mejorar la experiencia sexual (sensaciones, intensidad, rendimiento, duración, conexión, intimidad, etc.).
El ChemSex puede incluir el consumo de drogas por vía inyectada, práctica conocida como slamming o slam (en otros países también lo llaman slam sex), cuya traducción literal del inglés es pegar/golpear/golpe, y alude al efecto rápido, intenso y potente que tiene el uso inyectado (el rush o subidón). Los potenciales riesgos y daños que puede ocasionar esta práctica son diversos. En comparación a los usuarios de drogas no-inyectadas, se ha encontrado que los hombres que practican slamming pueden tener mayores problemas relacionados con el uso de drogas: intoxicación (p.e., pérdida de la conciencia), dependencia (síndrome de abstinencia) o adicción. Asimismo, pueden tener mayores tasas de depresión, ansiedad o síntomas psicopatológicos (p.e., paranoias y/o conductas suicidas). También pueden tener más conductas sexuales de riesgo (p.e., asistir a fiestas privadas de sexo y tener múltiples parejas sexuales, practicar cerdeo/guarreo) y mayor diagnóstico de infecciones de transmisión sexual (incluidos el VIH y la infección/reinfección de la hepatitis C).
En nuestro contexto, no disponemos de mucha información que nos indique qué piensan, qué sienten y cómo hacen lo que hacen los hombres que practican slamming, aspectos importantes de conocer para plantear estrategias de reducción de riesgos y daños, y otras medidas preventivas.
Un método que se destaca para poder acceder a información sobre prácticas que son, en general, socialmente percibidas como “desviadas” o “sucias” (p.e., consumo de drogas o realizar ciertas prácticas sexuales), y, por ello, llevadas a cabo de manera oculta, escondida o “discreta”, es la etnografía. La etnografía es reconocida como una estrategia metodológica de investigación que puede permitir, por ejemplo, identificar y comparar las prácticas de consumo en diferentes contextos/espacios o detectar las necesidades socio-sanitarias de los usuarios de drogas. Sus métodos permiten recoger in-situ datos sobre lo que las personas hacen en su ambiente social o contexto “natural” y trae la ventaja de que las personas realicen sus prácticas sin sentirse evaluadas o juzgadas por alguien “externo” a su mundo o cultura.
Para tener un mayor conocimiento sobre el slamming, realicé un estudio etnográfico en espacios socio-sexuales sobre esta práctica entre hombres GBHSH de la ciudad de Barcelona. El objetivo fue identificar sus necesidades de reducción de riesgos y daños. Durante seis meses (entre el año 2020 y 2021), visité algunos locales/lugares de ocio gay (saunas, clubs de sexo y una zona de cruising) de la ciudad de Barcelona. Para recoger información utilicé la observación no participante y entrevistas informales a usuarios, empleados de los locales y vendedores de drogas.
En todos los espacios visitados encontré evidencia de la realización de la práctica (envoltorios de kits del programa de intercambio de jeringuillas, jeringuillas usadas, botellitas monodosis de suero, envoltorios de toallitas de alcohol). En general, los usuarios de slamming señalaron que la droga más utilizada para inyectarse era la metanfetamina (tina), pero algunos habían empezado a utilizar otras como 3-Methylmethcathinone (3-MMC), Metilendioxipirovalerona (MDPV) o alfa-PVP (flakka).
El principal aspecto identificado sobre esta práctica fue el estigma. Encontré una dificultad para reconocer que se la practicaba. Algunos hombres con VIH o que tomaban PrEP no habían informado a sus médicos que realizaban slamming por vergüenza o temor a ser señalados como adictos o “yonkies”. Un par de usuarios de PrEP me comentaron que no habían asistido a algunos de sus controles porque no querían que les vean los brazos y se den cuenta que se inyectaban porque los tenían con hematomas, heridas, etc. Al parecer, no eran conscientes de la importancia de comunicar esta práctica.
Entre las preocupaciones que tenían algunos usuarios se encontraron: la presencia en los brazos de marcas, abultamientos, venas colapsadas, etc.; la aparición de estrías en la piel por la percepción de un efecto directo de la aplicación inyectable, aunque refirieron que no solían hablar de ello porque señalar que les aparecían estrías después de hacer slamming, sería reconocer que se inyectaban drogas.
A nivel de salud mental, algunos refirieron alucinaciones auditivas después de varias aplicaciones en un tiempo bastante largo de consumo, aunque hubo quienes identificaron que se trataría más bien de una agudización del sentido del oído lo que les llevaría a escuchar sonidos de larga distancia. En otros casos, me encontré la presencia de delusiones paranoides las cuales fueron una barrera, por la desconfianza, para que me pueda acercar a ellos.
Entre las necesidades de información detectadas se pueden destacar: viabilidad de usar suero fisiológico que venden en los supermercados; proporción de la cantidad del suero con respecto a la cantidad de la sustancia a inyectar; combinación de diversas drogas y su proporcionalidad en una inyección; conocer las equivalencias de las jeringuillas que se comercializan (americana vs. española); qué ocurre si se aplica la inyección fuera de vena; qué hacer en caso de una sobredosis, entre otras.
Al explorar por el acceso al programa de intercambio de jeringuillas encontré que este no era evidente ni real para muchos usuarios ya que, por ejemplo, la disposición de kits de jeringuillas en un céntrico CAP de referencia se hacía a partir de las 20 h. («como si uno empezara a consumir a partir de esa hora«, se quejaban), sólo se reponen 25 kits por día, los cuales terminan siendo llevados por los primeros que llegan a recogerlos. En esa locación, en el período en que se hizo el estudio, no había ningún agente de salud ni material informativo sobre drogas, uso inyectado u otros recursos.
El trabajo etnográfico realizado me permitió concluir que el slamming es una práctica percibida en ascenso entre quienes hacen ChemSex en los espacios visitados, aunque difícilmente reconocida por el estigma. Por ello, puede ser infra declarada en un contexto clínico, socio-sanitario o de investigación. Muchas de las necesidades identificadas podrían ser atendidas por los propios usuarios si tuvieran acceso a información práctica y específica. Para ello debemos asegurarnos que los pocos materiales existentes puedan estar disponibles para quienes más los puedan necesitar. Por ejemplo, los usuarios de los locales de sexo tenían un perfil socio-demográfico totalmente distinto al encontrado en la zona de cruising (p.e., bajo nivel educativo, situación de calle, extranjeros con barreras idiomáticas y/o culturales, etc.). Ninguno de estos hombres conocía, por ejemplo, las páginas web sobre información relacionada con el ChemSex (muchos no conocían, no entendían y/o no hacían uso de este término). Varios de ellos no tenían teléfonos móviles o tenían tarifa prepago que los hacían cuidar no gastar sus datos. En general, sus riesgos también podrían reducirse si recibieran una mínima formación sobre los cuidados que debieran tener en el contexto en que consumen drogas (pobre iluminación, poca comodidad, al aire libre, etc.).
Por todo lo descrito, se necesita desarrollar programas sostenidos de reducción de riesgos y daños, así como nuevos enfoques en la prevención del ChemSex y del slamming. Ello implica diseñar intervenciones contra el estigma dirigidas a usuarios, personal sanitario y trabajadores de salud comunitarios (por ejemplo, se hace importante abordar este aspecto en las unidades de VIH o los centros donde se dispensa PrEP, previa formación de los profesionales). Además, se necesita desarrollar modelos de prevención, basados en teoría (para ser evaluados), y conducido por pares, que impliquen proponer estrategias de reducción de riesgos en los espacios donde se practica ChemSex. La necesidad de plantear intervenciones en estos espacios, lleva a proponer a que se debe, por ejemplo, involucrar y comprometer a los propietarios de los locales de sexo para abordar el tema del consumo.
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